El marqués de Pombal mostrando la reconstrucción de Lisboa, tras el terremoto, en un óleo de Louis Michel van Loo (1776)

El marqués de Pombal mostrando la reconstrucción de Lisboa, tras el terremoto, en un óleo de Louis Michel van Loo (1776)

La tierra tiembla en Lisboa. Eran las 10 horas del sábado 1 de noviembre de 1755, festividad de Todos los Santos. El rey Fernando VI y la reina Bárbara de Braganza se encontraban en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial cuando la tierra tembló. El temor a que las estructuras del colosal edificio se vinieran abajo, aconsejó a los reyes partir hacia Madrid, al Palacio del Buen Retiro.

El terremoto del 1 de noviembre de 1755 es conocido como el terremoto de Lisboa, aunque no solamente se dejó notar en la capital portuguesa. Toda la península Ibérica, de un modo u otro, resultó afectada por un temblor que los modernos sismólogos consideran que alcanzó cerca de los 9 grados en la escala de Richter, que para hacernos una idea, es la misma intensidad que tuvo el seísmo que causó en 2011 el desastre de Fukushima.

Al parecer hubo tres temblores con una duración total de diez minutos. El terremoto tuvo su epicentro a unos 300 Km de Lisboa, frente a las costas del Cabo de San Vicente, y se sintió en Francia, Suiza y en el norte de Italia, además de en el norte de África y, obviamente, en España. Después del terremoto se produjo una gran ola -tsunami- que además de a Lisboa -el mar se adueñó del cauce del río Tajo-, afectó violentamente a Cádiz y Huelva, incluso el nivel de las aguas subió en el río Guadalquivir alcanzando Sevilla. En Cádiz, la ola supero los 12 metros y arrasó las poblaciones de la bahía gaditana, provocando muerte y destrucción. La ciudad de Cádiz salió mejor parada gracias a sus murallas, aunque finamente cedieron al empuje del mar. Causó muertes en la costa de Agadir y Tánger, en Marruecos, y cruzó el Atlántico hasta las Antillas donde el nivel del mar subió un metro. Las olas alcanzaron también el norte hasta las costas de Escandinavia.

Lisboa perdió una cuarta parte de su población y el fuego que se originó acabó con el 80 por ciento de los edificios de la ciudad, una de las más hermosas de Europa. En los incendios se destruyeron obras de arte de pintores como Tiziano o Rubens, archivos históricos y bibliotecas con un valor histórico incalculable.

El rey de Portugal, Jose I, salvó su vida porque se encontraba fuera de Lisboa en el momento de producirse el seísmo. También se libró el primer ministro, marqués de Pombal, que se encargó de mantener la calma e iniciar la costosa reconstrucción de la ciudad.

Además de los efectos sobre las edificaciones y el terreno, el terremoto de Lisboa supuso un cambio en las ideas filosóficas de aquellos tiempos ilustrados. ¿Cómo era posible que un día tan señalado cono el de Todos los Santos, mandara Dios semejante castigo?. Kant, Voltaire y otros pensadores de la época polemizaron apasionadamente en torno a las tesis del optimismo racionalista. En definitiva, el movimiento sísmico no solamente sacudió la tierra, también removió las mentes y su forma de entender la vida.

“El hombre no ha nacido para construir eternas chozas en este teatro de presunción. Porque toda su vida tiene una meta lejana más noble…” Immanuel Kant. ©ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO/Extracto del libro EL GENERAL QUE SE ALIÓ CON LAS ARAÑAS. TORMENTAS, VOLCANES, PANDEMIAS Y OTROS FENÓMENOS NATURALES QUE CAMBIARON LA HISTORIA