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El eclipse de sol de 1905 desde la cumbre del Guadarrama

Paisaje del Guadarrama. Martín Rico 1858

Paisaje del Guadarrama. Martín Rico 1858

EL ECLIPSE DE SOL DE 1905 DESDE LA CUMBRE DEL GUADARRAMA. Por Eduardo Caballero de Puga

En agosto de 1905 el Alto del león (Puerto de Guadarrama) es el lugar elegido para observar el primer eclipse de sol del siglo XX. El autor, Eduardo Caballero de Puga, nos narra cómo era el ambiente que rodeó al evento.

“Para observar el actual eclipse, el lugar más apropiado de nuestra Península es el litoral del Mediterráneo, por ser el menos expuesto a los ciclones del Atlántico; pero yo he preferido la cumbre del Guadarrama como la mejor atalaya para ver la llegada de la sombra de la Luna en su veloz carrera de un kilómetro por segundo… …Estudiemos ahora sus efectos… Son aquí los primeros, un desusado movimiento en el pueblo de Guadarrama, por los infinitos viajeros que de todas partes llegan, y que organizados en numerosas caravanas, con 10 grados de temperatura, comienzan desde las primeras horas del día la excursión al Puerto de su nombre, unos en las clásicas carretas, que hacen el camino en tres horas y son hoy exactamente iguales que en los tiempos de Don Quijote; otros, mirando a éstas con olímpico desprecio, en veloces automóviles, que a veces patinan y se quedan en la mitad de la cuesta; algunos en trotones borriquillos; los menos a caballo y los más en coches, no todos tan seguros que no sufran avería en el camino. Pero allá vamos todos, tan curiosos como audaces, porque el NO. (viento norte) es muy duro y el frío aumenta a medida que avanza el día y ganamos en altura. Eso sí, cada cual se abriga como puede, pues no fue fácil prever tan baja temperatura en el mes de Agosto, con lo que resultan trapos muy extraños, y hasta aristocráticas damas que lucen sobre sus elegantes pero débiles abrigos, las mantas de las camas de los hoteles de Guadarrama, no siempre bien tratadas por el tiempo.

MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA

MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA

La excursión es pintoresca; la ascensión hermosa y el panorama espléndido. De pronto, gritos de vaqueros y ruido de cencerros producen general impresión. Todos se detienen y el ganado bravo cruza pausadamente la carretera. La animación renace, y llegamos por fin a la cumbre del Puerto, apeándonos ante el pedestal que sustenta el carcomido león que a 1.570 metros sobre el nivel del mar, mandó erigir en 1749 Fernando VI sobre el promontorio que, permitiendo ver a un tiempo mismo las vertientes Norte y Sur del Guadarrama, se halla en la divisoria de las dos Castillas”.

Al terminar el eclipse, nos dice Caballero de Puga:

“La escena comenzó a cambiar; el viento decreció en intensidad; el Sol fue acrecentando su disco cual ascua de vivísimo fuego que amplía sus proporciones, y el frío, superior a la temperatura termométrica de cinco grados sobre cero, desalojó de los riscos a los excursionistas, que en numerosas bandadas se lanzaron a cobijarse al abrigo de las ensenadas de la vertiente del Sur, cerca de las hogueras en que humeaba el clásico arroz y las suculentas viandas. Todo recobró sucesivamente movimiento y vida. Sobre Siete Picos apareció de nuevo el águila; vino un momento a cernerse encima de mi cabeza y partió veloz en dirección a Castilla la Vieja, como mensajera feliz de que el astro del día había recobrado su imperio sobre la Tierra. Aterido, con el rostro y las manos amoratadas por el frío, yo también abandoné mi observatorio y me dirigí a tomar parte en el festín de los míos. Al pasar cerca de los distintos, animados y pintorescos grupos de comensales, vi que algunos alzaban sus vasos como brindando por el Sol, e impulsado por la general corriente brindé a mi vez, con todos los entusiasmos de mi alma, por la prosperidad y engrandecimiento de esta hermosa joya del mundo que se llama España”. Caballero de Puga, Eduardo. El Eclipse de Sol de 1905. Desde la cumbre de Guadarrama. Madrid. 1905. Extracto del libro MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA. Guadarramistas Editorial. Selección de textos por Ángel Sánchez Crespo e Isabel Pérez García.

Veraneantes de principios del siglo XX

Miraflores de la Sierra
Miraflores de la Sierra. © de la foto, Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra

El verbo veranear está en franca decadencia. Ahora es difícil escuchar expresiones como “irse de veraneo” o “veraneantes”. Ni siquiera nos vamos de vacaciones, lo hemos reducido a pasar unos días o tomarnos unos días de descanso. Pero antes, veranear significaba pasar el verano, entero, con sus tres meses, fuera del domicilio habitual. Y ello, entonces, como ahora, solamente lo podían hacer unos cuantos privilegiados que, por ejemplo, tenían en los pueblos de la sierra de Guadarrama sus residencias de verano. Sobre estos veraneantes, opinaba así Alberto de Segovia en 1910. El pueblo al que se refiere es Miraflores de la Sierra, antiguamente denominado Porquerizas. Dice así el texto:

«Da lástima contemplar el uso estético que hacen de la sierra la mayoría de las “distinguidas”, de las “respetables” familias que veranean en sus distintos pueblecitos. Me explicaré con un ejemplo que citaré a modo de historia clínica, para estudiar la patología de las colonias veraniegas. En el valle del Manzanares hay un pueblo bastante bonito que antes tuvo nombre relacionado con los cerdos y hoy lo tiene relacionado con flores. En ese pueblo veranean un serie de familias de bastante buena posición social y económica. Hay varios hoteles -el autor se refiere a residencias de verano o chalets-, algunos muy elegantes y valiosos. En fin, que es un pueblo, si no de la importancia veraniega de Cercedilla, el Escorial, Las Navas, ni otros así, de una importancia más o menos como la de Villalba, Torrelodones, Robledo de Chavela, etc.

¿Quiere saber el lector en qué consiste el genero de vida que hacen estas familias durante los meses de estío?. Yo lo sé de buena tinta, porque lo he presenciado las veces que he ido a ese pueblo en mis correrías por la sierra. Se levantan de la cama al medio día, almuerzan, duermen la siesta, dan un paseíto minúsculo -inferior al menor que podrían dar y que darán en Madrid- hasta una fuente próxima o sitio determinado de igual manera y al casino a bailar hasta la hora de comer. Terminada la comida, otra vez al salón de baile hasta bien avanzada la madrugada. ¿Qué le parece al lector esto?.

Y tenga en cuenta que ese pueblo tiene alrededores magníficos para hermosos paseos y excursiones para interesantes ascensiones; pero esos alrededores permanecen vírgenes de la exploración de los veraneantes. Veraneantes que prefieren la atmósfera asquerosa y mal oliente del casino -estos casinos rurales, sin ninguna de las ventajas y con todos los inconvenientes del verdadero casino-, a la atmósfera deliciosa, incomparable del campo que tienen a dos pasos del hotel. Esta es la vida corriente, acostumbrada, de muchas, de muchísimas familias de esas colonias veraniegas(…) A estas gentes tan desprovistas de sentido ideal de la vida que en este caso concreto es, a la vez, sentido práctico, darles la sierra es lo mismo, como dice sabio y duro el refrán castellano, que echar margaritas a los puercos(…) (Alberto de Segovia. Divagación. 1910. (© GUADARRAMISTAS EDITORIAL. Texto incluido en el libro MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA. Pincha en este enlace para conocer más sobre este libro)

Bernaldo de Quirós, toda la sierra en su corazón 

La Mujer Muerta, vista desde el Palacio de Riofrío -Segovia-, en una espléndida tarde de otoño. ©ÁNGEL S. CRESPO

La Mujer Muerta, vista desde el Palacio de Riofrío -Segovia-, en una espléndida tarde de otoño. ©ÁNGEL S. CRESPO

Bernaldo de Quirós, toda la sierra en su corazón. Constancio Bernaldo de Quirós y Pérez (Madrid 1873-México 1959), abogado criminalista y autor de numerosas obras en el ámbito del Derecho, fue profesor en la Universidad Central de Madrid y en la Institución Libre de Enseñanaza. Destacadísimo penalista, redactó el proyecto de Código Penal de 1902, el cual no llegó a ser definitivamente aprobado.

Su pasión por la sierra de Guadarrama no tuvo límites, pionero del alpinismo en España, fue uno de los fundadores del Club de Alpinismo Peñalara. Se le puede considerar uno de los grandes guadarramistas junto a Giner de los Ríos, del que fue su discípulo.

Bernaldo de Quirós fue montañero incansable, conocedor y observador de todos los rincones de la sierra de Guadarrama. Necesitaba caminarla, sentirla paso a paso. Conocía la sierra, sabía de su historia, de su toponimia y desde ese profundo conocimiento la respetaba y trataba de acercarla a todos en su obra literaria.

Nunca militó en partido político alguno, pero al terminar la guerra tuvo que exiliarse por su afinidad a la República. Partió hacia Francia sin tiempo para echar un último vistazo a sus amadas montañas, abandonando su no menos querida biblioteca. En Francia vivió en la extrema pobreza junto a su familia, acogido en un albergue. En 1940 embarcó hacia la República Dominicana para ser de nuevo acogido en una granja, en la que trabajó en las labores del campo. Afortunadamente fue reconocido como la eminente personalidad que era y nombrado profesor de la Universidad de Ciudad Trujillo. Desde entonces ejerció su trabajo de forma incesante, también  como conferenciante y criminólogo. Poco antes de morir el 11 de agosto de 1959, se encontraba corrigiendo las pruebas de su último libro. Murió sin patrimonio. Nunca pudo regresar a su querida sierra de Guadarrama.

De su extensa obra nos quedamos con algunos momentos, como aquel en el que un grupo de jóvenes que se reunían en el Ateneo de Madrid inician el excursionismo. Por primera vez llegan a El Paular, lugar de encuentro para ilustres guadarramistas. Tomamos este fragmento escrito por Bernaldo de Quirós para la Revista Ilustrada de Alpinismo, núm 186. Madrid, en junio de 1929:

«Tomamos la costumbre de reunirnos a última hora de la tarde en el Ateneo, para después bañarnos al anochecido en el río y cenar después en los sotos de cierta huerta ribereña…La sobremesa era larga y feliz en los buenos tiempos de las ilusiones de todos, y para prolongarla más con nuevos estímulos pintorescos emprendimos grandes paseos nocturnos que solo tenían fin con el alba. La primera semana nos contuvimos en los confines de La Moncloa; a la segunda llegamos a la ermita del Cristo de El Pardo, leve eminencia desde donde por primera vez vimos un amanecer escenográfico con la gran sierra al fondo. A la tercera semana decidimos llegar hasta la sierra misma; y en efecto, el 6 de septiembre de aquel año -1902- hicimos la jornada de Navacerrada hasta El Paular, empleando el día entero, perdiéndonos al cabo en El Palero y llegando a la portería del monasterio a la luz de un relámpago oportuno…»

Paisaje de la sierra de Guadarrama ©ISABEL PÉREZ

Paisaje de la sierra de Guadarrama ©ISABEL PÉREZ

Y sobre las bondades serranas decía:

«..la sierra devuelve en energía y en salud el esfuerzo gastado en conocerla. Procura, además, en las altas cumbres, un genero de estética acabado por la perfección de las sensaciones de silencio y de quietud…»

Inevitable resulta no ensimismarse con esta descripción que don Constanciao hace de lo que ofrecía el puerto de Navacerrada un día de comienzos de septiembre de 1902, En la Cartuja de El Paular:

«…frente por frente se divisa la tierra pajiza de Castilla, llana y austera como el carácter de los que en ella nacen. Segovia estaba tendida en primer termino; su catedral parecía un dedo blanco ligeramente brillante. Hay en el puerto una casa abierta, combatida incesantemente por el viento que se precipita impetuosos por aquel paso.  En el alto debíamos dejar la carretera y buscar el camino que, según nos habían dicho, conduce hasta el puerto de El Paular. Reposamos un instante junto a una fuente. Una hermosísima ave de rapiña pasó por encima de nosotros. De un solo impulso de sus grandes alas pardas perdióse a nuestra vista tras los montes. Buscando el camino, equivocados, bajamos al fondo de la garganta resbalando por canchales movedizos, depósitos de fragmentos de roca desprendidos de las montañas y arrastrados por la nieve…

Hallamos en el fondo de la garganta un fresquísimo arroyo. La mano no podía resistir un sólo minuto sumergida en aquel agua, sin sentir la sensación de quemadura. Verla correr tan transparente era una delicia del alma. Tan pura era, que recogida en un vaso, luego que dejaba de oscilar, dejaba también de verse. Crecían en las orillas helechos y ortigas, y bajo ellas, como en un bosque diminuto, se agitaba la vida de los insectos. Ellos estaban allí, como nosotros bajo los pinos…

El cielo se nublaba hacia el oeste, tomando lívidas coloraciones. Algunos picos estaban cubiertos por las nubes. Poco a poco, una columna de estas empezó a moverse. Apretada y densa al principio, luego se hizo más tenue y vaporosa, resbalaba por la pendiente de la montaña con una gracia doble y serena, incomparable. Se diría que iba impulsada por un ser de pies ligeros… Dos grandes aves rapaces, suspendidas a una altura prodigiosa, se entregaban al placer triunfante de volar, que debía embriagarlas de alegría. Trazaban en el cielo espirales que dilataban o estrechaban alternativamente. De improviso una desapareció, precipitándose en las sombrías desgarraduras de la nube.

Nuevamente emprendimos la marcha, llena la cabeza de pensamientos sugeridos por la grandeza de aquel espectáculo inefable. Habíamos reabsorbido la Naturaleza y comprendíamos bien que tanto vale ser piedra, nube, águila u hombre».    (EXTRACTO DEL LIBRO «MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA»© ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO/ISABEL PÉREZ

Leptoglossus occidentalis, chinche americana del pino

Leptoglossus occidentalis

Leptoglossus occidentalis

Leptoglossus occidentalis, chinche americana del pino, es una especie originaria del oeste de Estados Unidos, cuyas poblaciones se han ido expandiendo por todo el mundo.

Las primeras citas en Europa se registraron en el norte de Italia en 1999. Posteriormente colonizó todo el país para extenderse por gran parte de Europa: Suiza, Eslovenia, Croacia, Hungría, Austria, República Checa, Bélgica, Francia, Islas Británicas y España.

En la península Ibérica, Leptoglossus occidentalis se citó por primera vez en Barcelona en el año 2003 y actualmente podemos encontrar este hemíptero en  Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Cataluña, Galicia, Islas Baleares, Madrid, Región de Murcia, País Vasco, y Comunidad Valenciana. Se cree que una de las vías de entrada es la marítima, a través de puertos de fuerte actividad comercial.

Entre los meses de octubre y diciembre este insecto se hace más visible, al parecer debido a que los adultos buscan sus lugares de invernada, de los que saldrán a finales de primavera. Es entonces cuando comienzan a alimentarse de la savia de las acículas y de las piñas verdes. Las hembras ponen los huevos a finales de mayo o principios de junio y éstos eclosionan aproximadamente a los 10 o 15 días. Las larvas pasan por cinco estadios antes de convertirse en adultos a finales de agosto. No es de extrañar que podamos encontrarlos en invierno en el interior de las viviendas próximas a los pinares, ya que éstas son un buen lugar para su refugio invernal.

Los machos son algo más pequeños de las hembras, cuyo cuerpo -al margen de las antenas- puede alcanzar los 2 cm de longitud y unos 8 mm de anchura.

En Estados Unidos y Canadá, Leptoglossus occidentalis, chinche americana del pino, está considerado una plaga de los pinares. En España aún se desconoce su verdadera incidencia sobre estos árboles. No obstante, es una más de las especies alóctonas invasoras  de las que no cabe esperar nada positivo para nuestros bosques. © ANGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS

(Fuente: Catálogo español de especies exóticas invasoras. Ministerio de Agricultura Alimentación y Medio Ambiente. 2013)
Leptoglossus occidentalis, chinche americana del pino

Leptoglossus occidentalis, chinche americana del pino

Brújulas y GPS, ¿para qué?

Una brújula y un mapa

Una brújula y un mapa

Un burro, buen medio de transporte y auto-orientado

Un burro, buen medio de transporte y auto-orientado

Lo de orientarse en la montaña es algo muy particular. Hay quienes conocen a la perfección trochas, veredas, riscos y toda suerte de arroyos que en su camino se encuentran. Otros, por el contrario, aún poniendo la mejor de sus voluntades se pierden en el salón de su casa.

Esto último le pasaba al maestro Giner de los Ríos, de memoria prodigiosa para recordar todos y cada uno de los nombres, ya fuere de accidentes geográficos, plantas, animales, parajes o personas, pero despistado como nadie para ubicarse en medio de la montaña. En más de una ocasión era Bartolomé Cossío, una auténtica brújula andante -por lo que las crónicas de la época cuentan-, quien le sacaba de dudas, eso sí, con toda la delicadeza del mundo para evitar dañar el orgullo del maestro Giner.

En los recorridos excursionistas de principios del siglo XX por la sierra de Guadarrama, era frecuente consultar a los pastores, desconfiados y poco aficionados a hablar, en aquellos tiempos en los que su vida discurría prácticamente entera en soledad, pero conocedores como nadie de cada uno de los rincones serranos.

Así describe a uno de aquellos pastores Constancio Bernaldo de Quirós:

«Un pastor nos señaló el camino. Hacía calceta mientras apacentaba su ganado, y no dejó de chocarle que «navegásemos» -según decía- por aquellas tierras. Su cara era inmóvil, fija, no más rica en expresión que la de sus mastines. La soledad habíala petrificado.» Bernaldo de Quirós. En la Cartuja de El Paular. 1902

Pero para dar aún más sentido al título de este artículo, “Brújulas y GPS, ¿para qué?”, podemos quedarnos con esta recomendación que el Ayuntamiento de Cercedilla publicó en 1934, bajo el título “Cercedilla. Estación veraniega y punto de partida para las principales excursiones por la sierra de Guadarrama”.

Decía así:

“…si deseáis hacer una excursión por el monte o pinares y no queréis preocuparos por los distintos medios de orientación para regresar al punto de partida, consultando planos, croquis, etc., lo más sencillo y cómodo es que, al empezar la excursión, alquiléis un burro o caballo en Cercedilla. Montad en él e id donde queráis, meteos entre pinos, subid, bajad, id monte atraviesa, sin fijaros en las sendas o caminos -procurad sí, que cuando os apeéis no se os escape-, y cuando queráis regresar, montad nuevamente en él, aflojadle las riendas o ronzales y dejaos llevar, que el animalito se orientará y os conducirá por el camino mejor y más corto a Cercedilla”.

Parece que el único inconveniente del sistema es que al bajar se escapara el burro, y que únicamente servía para Cercedilla y alrededores. No todo podía ser perfecto, al fin y al cabo, ahora también se queda uno sin batería o cobertura en cualquier momento. ©ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS  (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE OTROS MUY INTERESANTES CONTENIDOS EN NUESTRO  LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).

Leucopaxillus giganteus, seta de enebro

Leucopaxillus giganteus, seta de enebro. ©Vicente Sevilla

Leucopaxillus giganteus, seta de enebro. ©Vicente Sevilla

DE SETAS POR MADRID y la zona centro peninsular

DE SETAS POR MADRID y la zona centro peninsular

Esta seta de tamaño muy grande y sombrero blanco o blanco crema -de entre 10 y 13 cm de diámetro-,  crece asociada a zonas herbosas de bosques y praderas de montaña, formando corros muy llamativos.

Sus láminas son apretadas y decurrentes, es decir, que descienden por el pie, que es cilíndrico, macizo y blanco.

En la Comunidad de Madrid la podemos ver a principios del otoño.

Leucopaxillus giganteus, conocida como seta de enebro,  es una especie comestible, agradable en la boca, de textura fibrosa y sabor dulce, pero se recomienda recolectarla siempre en estado joven.

Por su gran tamaño y su hábitat es muy reconocible, al igual que otra especie pratícola grande y de color blanco, perteneciente al mismo género, que es Leucopaxillus lepistoides, también comestible. © GUADARRAMISTAS EDITORIAL

(SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, NO TE PUEDES PERDER NUESTRO LIBRO “DE SETAS POR MADRID y la zona centro peninsular”, LA GUÍA MÁS COMPLETA PARA ENCONTRAR Y CONOCER LAS MEJORES SETAS COMESTIBLES, SUS HÁBITATS, ÉPOCAS DE FRUCTIFICACIÓN, CURIOSIDADES, USOS Y ANÉCDOTAS).

Seta de enebro. ©Vicente Sevilla

Seta de enebro. ©Vicente Sevilla

Anthometra plumularia

Anthometra plumularia

Anthometra plumularia

Anthometra plumularia. Es una mariposa nocturna o heterócero perteneciente a la amplia familia de los geométridos –Geometridae-.

No es un lepidóptero muy abundante. El área de distribución de Anthometra plumularia se circunscribe a la mitad norte de la Península Ibérica y pirineos franceses. Es muy rara al sur del Sistema Central. La podemos encontrar en zonas de media montaña y pie de monte. Prefiere los claros de bosque con matorral, principalmente en el entorno de los robledales, quejigares y encinares, aunque también de forma ocasional está presente en claros de pinar. Vuela en una única generación entre los meses de junio y julio.

Las orugas de Anthometra plumularia se alimentan principalmente de leguminosas del género Genista y también de gayuba Arctostaphylos uva-ursi. ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS.

 

 

Anthomya pluvialis, la mosca de la lluvia

 

Anthomya pluvialis

Anthomya pluvialis

Anthomya pluvialis, la mosca de la lluvia. Entre los dípteros de la familia Anthomyiidae, Anthomya pluvialis es una mosca que aparece poco antes de que empiece a llover, como bien indica su nombre “pluvialis”, de la lluvia.

La familia de los antómidosAnthomyiidae– comprende unas 1500 especies repartidas por el mundo. Es muy heterogénea, con especies muy diferente entre sí, de distintos colores, formas y comportamientos. Las larvas de algunas especies se alimentan de materia orgánica en descomposición, otras son parásitas u obtienen su alimento minando las hojas de árboles y plantas. Las más nocivas son las que destruyen tallos y raíces de plantas cultivadas, que son consideradas una plaga

Una de las más conocidas es Anthomya pluvialis, la mosca de la lluvia, a la que podemos ver desde el comienzo de la primavera y que suele mostrarse cuando el tiempo es lluvioso. Personalmente la he observado más frecuentemente unas horas antes de que comience a llover, cuando el tiempo es inestable y se forman tormentas, algo habitual en primavera.

Respecto al motivo por el que estas moscas son visibles en época de lluvias, no está nada claro, quizá sea por el mismo por el que se afirma que las moscas se “atontan” cuando va a llover. El exceso de humedad y las partículas de agua en el ambiente hacen que vuelen de forma más pesada y menos ágil. Quizá Anthomya pluvialis se muestre más propensa a estar posada y, por tanto, es más observable que cuando el tiempo es seco y nos da menos opciones para verla. Lo cierto es que su presencia es un pronóstico de lluvia bastante fiable.

Las larvas de esta especie se alimentan de materia en descomposición, preferentemente vegetal. Los machos liban néctar de las flores y las hembras aprovechan la ocasión para hacer lo mismo pero con la hemolinfa o “sangre” de otros insectos.

Los hábitats de Anthomya pluvialis o mosca de la lluvia son muy variados, desde encinares y herbazales a parques y jardines DE TOda la península Ibérica. ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS

Erigeron acer

Erigeron acer

Erigeron acer

Erigeron acer. Hoy os presentamos esta planta de la Familia de las asteráceas -Asteraceae- que podemos encontrar en zonas de montaña. El ejemplar de la fotografía estaba a unos 2000 metros de altitud en la Sierra de Guadarrama -Madrid-,  en un borde de camino algo arenoso próximo a una zona de canchales. Erigeron acer se distribuye principalmente por la mitad norte y centro peninsular, de forma algo más dispersa e infrecuente en el este, y está ausente o casi ausente en el cuadrante suroccidental. El género Erigeron se compone de unas 400 especies, de las cuales 300 viven en el continente americano y 100 en Europa. En la Península Ibérica se conocen 11 especies que se desarrollan preferentemente en zonas de alta montaña. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS

Dorcus parallelipipedus, ciervo volante menor

Dorcus parallelipipedus

Dorcus parallelipipedus

Dorcus parallelipipedus, ciervo volante menor, es el nombre de este coleóptero perteneciente a la familia de los lucánidos -Lucanidae- a la cual pertenece el más famoso de ellos, Lucanus cervus o ciervo volante.

Mide unos 3 cm de longitud y destaca su robusta cabeza terminada en unas potentes mandíbulas, más grandes en los machos.

Las hembras depositan sus huevos en madera muerta o en las heridas de los árboles. Las larvas tardan varios años en desarrollarse, ya que se desarrollan lentamente en el interior del árbol alimentándose de madera hasta alcanzar la madurez, momento en el que salen al exterior para reproducirse. Los adultos no se alimentan, o lo hacen muy ligeramente ingiriendo la savia azucarada que desprenden los árboles por sus heridas. A pesar del aspecto de sus mandíbulas, son completamente inofensivos, entre otras razones porque éstas están atrofiadas. En caso de verse en peligro se dejan caer desde los troncos de los árboles para confundirse entre a hojarasca. Aunque son buenos voladores, evitan el desgaste que les supone volar, por lo que la ocultación es su técnica defensiva habitual. No obstante, al atardecer y atraídos por la luz de las farolas, podemos tener la sorpresa de encontrar algún ejemplar en las zonas urbanas próximas a sus hábitats.

Suelen encontrarse en árboles de hoja caduca, encinas, robles, alcornoques, hayas y fresnos. Las zonas en las que la humedad permite la descomposición fácil de la madera son las más propicias para estos espectaculares animales.

Dorcus parallelipipedus, ciervo volante menor, se distribuye por toda la Península Ibérica, incluida la Sierra de Guadarrama, preferentemente en valles y bosques de galería donde crezcan los árboles que necesitan para subsistir. Lo podemos encontrar, aunque no es fácil de ver, en primavera y verano. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS

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