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Bernaldo de Quirós, toda la sierra en su corazón 

La Mujer Muerta, vista desde el Palacio de Riofrío -Segovia-, en una espléndida tarde de otoño. ©ÁNGEL S. CRESPO

La Mujer Muerta, vista desde el Palacio de Riofrío -Segovia-, en una espléndida tarde de otoño. ©ÁNGEL S. CRESPO

Bernaldo de Quirós, toda la sierra en su corazón. Constancio Bernaldo de Quirós y Pérez (Madrid 1873-México 1959), abogado criminalista y autor de numerosas obras en el ámbito del Derecho, fue profesor en la Universidad Central de Madrid y en la Institución Libre de Enseñanaza. Destacadísimo penalista, redactó el proyecto de Código Penal de 1902, el cual no llegó a ser definitivamente aprobado.

Su pasión por la sierra de Guadarrama no tuvo límites, pionero del alpinismo en España, fue uno de los fundadores del Club de Alpinismo Peñalara. Se le puede considerar uno de los grandes guadarramistas junto a Giner de los Ríos, del que fue su discípulo.

Bernaldo de Quirós fue montañero incansable, conocedor y observador de todos los rincones de la sierra de Guadarrama. Necesitaba caminarla, sentirla paso a paso. Conocía la sierra, sabía de su historia, de su toponimia y desde ese profundo conocimiento la respetaba y trataba de acercarla a todos en su obra literaria.

Nunca militó en partido político alguno, pero al terminar la guerra tuvo que exiliarse por su afinidad a la República. Partió hacia Francia sin tiempo para echar un último vistazo a sus amadas montañas, abandonando su no menos querida biblioteca. En Francia vivió en la extrema pobreza junto a su familia, acogido en un albergue. En 1940 embarcó hacia la República Dominicana para ser de nuevo acogido en una granja, en la que trabajó en las labores del campo. Afortunadamente fue reconocido como la eminente personalidad que era y nombrado profesor de la Universidad de Ciudad Trujillo. Desde entonces ejerció su trabajo de forma incesante, también  como conferenciante y criminólogo. Poco antes de morir el 11 de agosto de 1959, se encontraba corrigiendo las pruebas de su último libro. Murió sin patrimonio. Nunca pudo regresar a su querida sierra de Guadarrama.

De su extensa obra nos quedamos con algunos momentos, como aquel en el que un grupo de jóvenes que se reunían en el Ateneo de Madrid inician el excursionismo. Por primera vez llegan a El Paular, lugar de encuentro para ilustres guadarramistas. Tomamos este fragmento escrito por Bernaldo de Quirós para la Revista Ilustrada de Alpinismo, núm 186. Madrid, en junio de 1929:

«Tomamos la costumbre de reunirnos a última hora de la tarde en el Ateneo, para después bañarnos al anochecido en el río y cenar después en los sotos de cierta huerta ribereña…La sobremesa era larga y feliz en los buenos tiempos de las ilusiones de todos, y para prolongarla más con nuevos estímulos pintorescos emprendimos grandes paseos nocturnos que solo tenían fin con el alba. La primera semana nos contuvimos en los confines de La Moncloa; a la segunda llegamos a la ermita del Cristo de El Pardo, leve eminencia desde donde por primera vez vimos un amanecer escenográfico con la gran sierra al fondo. A la tercera semana decidimos llegar hasta la sierra misma; y en efecto, el 6 de septiembre de aquel año -1902- hicimos la jornada de Navacerrada hasta El Paular, empleando el día entero, perdiéndonos al cabo en El Palero y llegando a la portería del monasterio a la luz de un relámpago oportuno…»

Paisaje de la sierra de Guadarrama ©ISABEL PÉREZ

Paisaje de la sierra de Guadarrama ©ISABEL PÉREZ

Y sobre las bondades serranas decía:

«..la sierra devuelve en energía y en salud el esfuerzo gastado en conocerla. Procura, además, en las altas cumbres, un genero de estética acabado por la perfección de las sensaciones de silencio y de quietud…»

Inevitable resulta no ensimismarse con esta descripción que don Constanciao hace de lo que ofrecía el puerto de Navacerrada un día de comienzos de septiembre de 1902, En la Cartuja de El Paular:

«…frente por frente se divisa la tierra pajiza de Castilla, llana y austera como el carácter de los que en ella nacen. Segovia estaba tendida en primer termino; su catedral parecía un dedo blanco ligeramente brillante. Hay en el puerto una casa abierta, combatida incesantemente por el viento que se precipita impetuosos por aquel paso.  En el alto debíamos dejar la carretera y buscar el camino que, según nos habían dicho, conduce hasta el puerto de El Paular. Reposamos un instante junto a una fuente. Una hermosísima ave de rapiña pasó por encima de nosotros. De un solo impulso de sus grandes alas pardas perdióse a nuestra vista tras los montes. Buscando el camino, equivocados, bajamos al fondo de la garganta resbalando por canchales movedizos, depósitos de fragmentos de roca desprendidos de las montañas y arrastrados por la nieve…

Hallamos en el fondo de la garganta un fresquísimo arroyo. La mano no podía resistir un sólo minuto sumergida en aquel agua, sin sentir la sensación de quemadura. Verla correr tan transparente era una delicia del alma. Tan pura era, que recogida en un vaso, luego que dejaba de oscilar, dejaba también de verse. Crecían en las orillas helechos y ortigas, y bajo ellas, como en un bosque diminuto, se agitaba la vida de los insectos. Ellos estaban allí, como nosotros bajo los pinos…

El cielo se nublaba hacia el oeste, tomando lívidas coloraciones. Algunos picos estaban cubiertos por las nubes. Poco a poco, una columna de estas empezó a moverse. Apretada y densa al principio, luego se hizo más tenue y vaporosa, resbalaba por la pendiente de la montaña con una gracia doble y serena, incomparable. Se diría que iba impulsada por un ser de pies ligeros… Dos grandes aves rapaces, suspendidas a una altura prodigiosa, se entregaban al placer triunfante de volar, que debía embriagarlas de alegría. Trazaban en el cielo espirales que dilataban o estrechaban alternativamente. De improviso una desapareció, precipitándose en las sombrías desgarraduras de la nube.

Nuevamente emprendimos la marcha, llena la cabeza de pensamientos sugeridos por la grandeza de aquel espectáculo inefable. Habíamos reabsorbido la Naturaleza y comprendíamos bien que tanto vale ser piedra, nube, águila u hombre».    (EXTRACTO DEL LIBRO «MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA»© ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO/ISABEL PÉREZ

Vicente Aleixandre y la olma de Miraflores

 

Vicente Aleixandre, o mejor dicho, Vicente Pío Marcelino Cirilo Aleixadre y Merlo, que era su nombre completo, nació en Sevilla, como muchos otros buenos poetas, el 26 de abril de 1898 y murió en Madrid, el 13 de diciembre de 1984. Perteneció a la Generación del 27 y obtuvo el premio Nobel de Literatura en el año 1977.

La figura del insigne poeta está ligada al municipio serrano de Miraflores de la Sierra, donde pasó largas temporadas desde niño y donde dejó huella su presencia, en forma también de versos, que es como mejor se manifiesta un poeta.  Algunos de esos versos los dedicó a un árbol y quedaron plasmados en el siguiente poema:

En el centro del pueblo

quedaba el árbol grande.

Era una Plaza mínima,

pero el árbol viejísimo

la desbordaba entera.

Todo dormía, y vigilante alzaba

su grandeza el gran álamo.

Diez hombres no rodearían su tronco.

¡ Con cuánto amor lo abrazarían

midiéndolo!

 Abuelo siempre vivo del pueblo,

augusto por edad y presencia.

El pueblo está en la escarpa de una

sierra.

Arriba la Najarra. Abajo la llanura, con una sed enorme

de perderse,

El árbol: un álamo negro, un negrillo, como allí

se nombra.

El álamo “Vamos al álamo”. Estamos

en el álamo…”

Todo es álamo.

Y no hay ya más que álamo, que es el

único cielo de

estos hombres.

Busto de Aleixandre en Miraflores de la Sierra. Obra de Ana Hernando. Foto de Cruccone

Busto de Aleixandre en Miraflores de la Sierra. Obra de Ana Hernando. Foto de Cruccone

Hablaba Aleixandre en este poema de la vieja olma de Miraflores, que en realidad era un álamo, mejor dicho, un álamo negro o Populus nigra. La costumbre serrana denomina a los chopos o álamos, preferentemente a los negros, que son más abundantes, olmas, aunque los olmos son del genero Ulmus. Probablemente esta olma inició su andadura en la vida en tiempos de Carlos III.

Poco antes de su muerte, Vicente Aleixandre continuaba visitando la localidad y pidió, antes de morir, que le llevaran una hojas de la olma de Miraflores.  El humilde deseo fue complacido y le llevaron a Madrid unas semillas y unas ramas de su querido árbol. Se da la casualidad de que poco después de fallecer el poeta, la olma, huérfana de poesía, también nos dejó. Aún permanece el esqueleto de su viejo tronco en la plaza de Miraflores de la Sierra. ÁNGEL S. CRESPO  para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).

Enrique de Mesa

Enrique de Mesa

Enrique de Mesa

Enrique de Mesa Rosales (Madrid,1878-1929) poeta, articulista y crítico literario era, por encima de cualquier otra cosa, un enamorado de la Sierra de Guadarrama.

Su obra no es tan conocida como la de otros contemporáneos, como Antonio Machado, con quien compartía la pasión por los paisajes castellanos.

Sol de mediodía. Castilla se abrasa.

Tierra monda y llana: ni agua, ni verdor,

ni sombra de chopo, ni amparo de casa.

El camino, blanco. Ciega el resplandor.

(La Posada y el Camino, Versos 1928).

Quizá la muerte prematura le alejó  del reconocimiento merecido.

Sin embargo, la muerte le permitió librarse del exilio o las represalias a las que se vieron sometidos otros escritores, de hecho solamente abandonó Madrid y la Sierra de Guadarrama cuando tuvo que establecerse forzosamente en Soria, durante la dictadura de Primo de Rivera. Por supuesto, no escaparon del exilio su esposa y su hijo, quienes tuvieron que marchar a Méjico.

En su obra se deja ver la huella del Arcipreste de Hita o del Marqués de Santillana, de los que era entusiasta y erudito conocedor. Hay quien lo considera cercano a la Generación del 98 por la temática de sus obras poéticas, y quien ve su prosa más cerca de la corriente modernista.

Gran conocedor de la Sierra de Guadarrama, Enrique de Mesa fue enterrado en el claustro del Monasterio de El Paular, lugar donde pasó un tiempo retirado y donde coincidió con algunos de los más importantes representantes de la época dorada del guadarramismo.

Sus “Andanzas serranas, 1910”, son imprescindibles para cualquiera que desee acercarse un poco más a nuestra sierra.

Sirva como ejemplo este fragmento dedicado a Peñalara:

“Esa es la Peña Lara, la más alta cumbre, señora de la serranía. desde su risco más enhiesto se otean ambas Castillas: ella las separa. A un lado, el solar viejo, el pardo y grave terruño segoviano, con sus seculares castillos roqueros: Pedraza, Sepúlveda, Turégano; al otro, la llanura amarillento, grísea, con sus ventas fementidas y sus molinos de viento. La vieja Castilla, ennoblecida por los hidalgos cuerdos, y la nueva Castilla, sublimada por el hidalgo loco”.

O este otro…

¡Pobre Manzanares! Poetas cortesanos hicieron sátira del desmedro de tu corriente. Lacayos y graciosos de comedia te infamaron con burlas y donaires. Hoy mismo, horteras y modistillas corren por tus arenas, sin temor de los andrajos de tus aguas. Aún de tus furias se ríen, las pocas veces que vienes lleno de orilla a orilla, cuando mugidoras y desbordadas, allá en las pedrizas, las torrenteras serranas hinchan tu cauce.

Los que así te deprimen, ignoran lo claro y puro de tu origen. Vieron tu curso empobrecido en las riberas madrileñas, exhausto por la sed del sol en los duros encinares de El Pardo; pero no llegaron a tu manantial cristalino, a los romerales donde cantas, a los canchos donde braveas impetuoso, al pie de los blancos neveros, al fragante enebral donde se alumbran tus aguas. No saben que hace siglos el fluir de tu caudal, señoril y ocioso, enseñó a un dulce poeta el ritmo ingenuo de sus serranillas”. 

Obras de Enrique de Mesa:

Flor pagana, 1905

Retrato de Don Quijote, 1905

Andanzas serranas, 1910

Tierra y alma, 1906

Cancionero castellano, 1911; segunda edición 1917

El silencio de la Cartuja, 1916

La posada y el camino, 1928

Apostillas a la escena, 1929

ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).

75 aniversario de la muerte de Antonio Machado

Homenaje a Antonio Machado en la Plaza Mayor de Segovia.

Homenaje a Antonio Machado en la Plaza Mayor de Segovia.

75 aniversario de la muerte de Antonio Machado. La relación de Antonio Machado con la Sierra de Guadarrama comenzó en su período de formación en la Institución Libre de Enseñanza, fundada por el maestro e ilustre guadarramista Francisco Giner de los Ríos. A la muerte de Giner, Antonio Machado le dedicó unos versos:

… ¿Murió?Solo sabemos

que se nos fue por una senda clara.

Diciéndonos: Hacedme

 un duelo de labores y esperanzas.

Sed buenos y no más, sed lo que he sido

entre vosotros, alma.

Oh, si, llevad amigos,

su cuerpo a la montaña,

a los azules montes 

del ancho Guadarrama. 

Allí el maestro un día

soñaba un nuevo florecer de España.

La vida de Antonio Machado continuó ligada a la Sierra de Guadarrama años después de su relación con la Institución Libre de Enseñanza. Después de una estancia de siete años en Baeza, tras la muerte de su esposa Leonor Izquierdo, Machado se trasladó a Segovia. Vivió entre los años 1919 y 1932, en la calle de los Desamparados, cerca de la catedral y de la Iglesia de San Esteban, en lo que hoy es la Casa Museo Antonio Machado, propiedad de la Universidad Popular de Segovia, que el propio Machado contribuyó a fundar.

En Segovia fue profesor de francés y en la ciudad castellana conoció a  una mujer madrileña llamada Pilar de Valderrama, su segundo gran amor tras la muerte de su esposa Leonor. Pilar de Valderrama o Guiomar, sobrenombre que Antonio Machado utilizó para ella en obras como Juan de Mairena, era una mujer casada y su relación fue siempre secreta.

Durante la Guerra Civil, Antonio Machado se traslado a Valencia y finalmente a Barcelona, desde donde partió camino del exilio a Francia con su madre. Llegó a Colliure el día 28 de Enero de 1939, veinticinco días después, el 22 de febrero de 1939,  murió.  Su madre lo hizo tres días más tarde que él. En uno de los bolsillos de la chaqueta de Antonio Machado se  encontró una de las últimas canciones escritas a Guiomar y también un verso:

Estos días azules

y este sol de la infancia…

La fatídica guerra le obligó apartar su mirada, aunque no su alma, de las tierras castellanas, de Segovia, de la Sierra de Guadarrama y de su querida Soria.

Ahora, 75 años después de su muerte, podemos recitar aquella oración que Rubén Darío escribió, aún en vida de ambos, en honor de Antonio Machado.

Misterioso y silencioso

iba una y otra vez.

Cuando hablaba tenía un dejo

de timidez y de altivez.

Y la luz de sus pensamientos

casi siempre se veía arder.

Era luminoso y profundo

como era hombre de buena fe.

Fuera pastor de mil leones

y de corderos a la vez.

Conduciría tempestades

o traería un panal de miel.

Las maravillas de la vida

y del amor y del placer, 

cantaba en versos profundos

cuyo secreto era de él.

Montado en un raro Pegaso,

un día al imposible se fue.

Ruego por Antonio a mis dioses,

ellos le salven siempre. Amén

No fue Antonio Machado (Sevilla 1875-Colliure, Francia 1939) un hombre excursionista, al menos por lo que se entiende como senderista. Tenía el poeta dificultades para caminar con soltura entre pendientes y en abruptos recorridos. Es más, tenía cierta torpeza para caminar incluso por lugares llanos. Tal vez por ello le mostraba su asombro a Ignacio Bolívar, uno de los más importantes entomólogos españoles al que decía “…insigne Bolívar, cazando saltamontes a sus setenta años, con general asombro de las águilas, los buitres y los alcotanes de la cordillera carpetovetónica…”.

Machado detestaba el deporte, la gimnasia, y lo hizo saber a través de su Juan de Mairena calificando como “…absurda y ambiciosa la expresión educación física…no hay que educar físicamente a nadie…, todo deporte es trabajo estéril, cuando no juego estúpido…”

Sin embargo, Antonio Machado contemplaba la Sierra de Guadarrama, viajaba frecuentemente desde Segovia a Madrid en ferrocarril. Amante de la grandeza del paisaje su inabarcable sensibilidad le hizo preguntarse:

¿Eres tu, Guadarrama, viejo amigo,

la sierra gris y blanca,

la sierra de mis tardes madrileñas

que yo veía en el azul pintada?

Por tus barrancos hondos

y por tus cumbres agrias,

mil Guadarramas y mil soles vienen,

cabalgando conmigo, a tus entrañas.

Camino de Valsaín/ Campos de Castilla

Sentimiento y homenaje difícil de superar para no ser senderista ni haber hecho noche nunca en las cumbres de Peñalara. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).

Joaquín María de Castellarnau y Lleopart, ilustre catalán guadarramista

 

Joaquín María de Castellarnau y Lleopart, ilustre catalán guadarramista. Hace ya mucho más de un siglo que existió una élite de pensadores y políticos de verdadera altura. Hombres y mujeres, estas últimas en la forzosa sombra de rancias costumbres, que destacaban por su inteligencia e inquietudes intelectuales.

Hace ya mucho tiempo que un político, incluso un presidente del gobierno, tenía entre sus aficiones la de traducir libros o alejarse del mundanal ruido, para contemplar en un paraje solitario de la sierra el espectáculo que la naturaleza le presentaba delante de sus ojos.

Hace mucho tiempo que los profesionales de la abogacía, la ingeniería, la biología o la empresa vivían apasionadamente su profesión, poniendo por delante de la inmediatez del beneficio el sentido último de aquello que habían estudiado, de aquello a lo que habían consagrado su vida, por encima de los intereses económicos de las empresas o gobiernos a los que servían.

Joaquín María de Castellarnau y Lleopart.

Joaquín María de Castellarnau y Lleopart.

Uno de aquellos hombres de hace mucho tiempo era Don Joaquín María de Castellarnau y Lleopart, nacido en Tarragona en 1848, ingeniero de Montes vinculado a Segovia y al pinar de los Montes de Valsaín. Formó parte de la Comisión para el Servicio del Pinar de Valsaín, pero su vocación conservacionista y naturalista chocaba de lleno con los intereses de quienes querían convertir el pinar en una explotación maderera sin más.

La crítica de Castellarnau al afán talador y mercantilista tiene en estas palabras suyas el mejor ejemplo: “… los árboles viejos se cortan porque son viejos; los árboles que han alcanzado su máximo crecimiento se cortan porque han llegado a la edad; los árboles más jóvenes se cortan porque estorban a los mayores; en las pimpolladas se corta porque es preciso aclararlas; se cortan los puntisecos porque sí; se cortan los árboles que se mueren porque no sirven para nada; se cortan los chamosos porque están chamosos; se cortan los que están malos porque no se acaban de morir; se cortan los árboles sanos para que no se pongan enfermos; y para evitar trabajo, las nieves y los vientos tronchan, arrancan, quiebran y descuajan anualmente una cantidad no despreciable, que se aprovecha también…”

A propósito de estas palabras, cabe reflexionar que hace mucho tiempo que dirigentes políticos o personajes de la Administración no son capaces de hilar pensamientos de más de 30 caracteres, ni frases tan bien construidas gramaticalmente.

Castellarnau tampoco podía comprender como se construía un gran aserradero de vapor en Valsaín al mismo tiempo que se acababa de invertir en modernizar la población adecuando viviendas para pequeños trabajadores del monte, que trabajarían la madera de esa forma que ahora llamamos “sostenible”. Y entonces, como pasa ahora -eso sigue siendo igual- ocurría aquello de “quien se mueve no sale en la foto”, y así, Castellarnau quedó al margen, como esos altos cargos de la Administración a los que no se puede echar pero quedan arrinconados y desprovistos de funciones. Esta situación le permitió dedicarse a conocer la Sierra de Guadarrama y a ahondar en sus estudios de botánica, óptica y microscopía, materias sobre las que llevó a acabo importantes trabajos. En el ámbito académico sí pudo hacer carrera, y en 1911 se convirtió en Director de la Escuela de Ingenieros de Montes. En 1934 obtuvo el máximo galardón de la Academia de Ciencias, la medalla Echegaray.

Castellarnau falleció en Segovia el 23 de julio de 1943 y puede ser considerado uno de los primeros y auténticos ecologistas. Pero hace ya mucho tiempo, también había como ahora, quienes no eran capaces de comprender que las convicciones personales y la honestidad están por encima del dinero y del prestigio profesional, y es por eso que decían de Don Joaquin María de Castellarnau que “ había equivocado su carrera”.

Entre las obras de este ilustre catalán guadarramista figuran: “Estudio ornitológico del Real Sitio de san Ildefonso” 1877; “Estudio micrográfico del tallo del pinsapo” 1880; “Estudio micrográfico del sistema leñoso de las coníferas españolas” 1883; “El pinar de Valsaín, algunas consideraciones sobre su tratamiento y administración”; “Guía y descripción del Real Sitio de San Ildefonso”; “Recuerdos de mi vida” 1942 y diferentes conferencias y artículos científicos, la mayoría de ellos en Revistas y Boletines científicos de la época. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).

Laureano Pérez Arcas y Serafín de Uhagón

Laureano Pérez Arcas y Serafín de Uhagón. La actividad científica en nuestro país nunca ha sido muy valorada. Nunca han apostado nuestras diferentes Administraciones Públicas por la ciencia, y menos aún por la ciencia “improductiva”, es decir, aquella que no genera beneficios con rapidez.

Ser entomólogo ha sido y es algo raro. Para empezar, si se le preguntara a la mayoría de la población por tal especialización, la respuesta se relacionaría con una rama de la Medicina, algo así como ginecólogo o cardiólogo. Ser entomólogo a finales del siglo XIX y principios del XX era toda una hazaña, o no. Tal vez sea más heroico serlo en nuestras fechas en las que andar por la vida buscando bichos, comparándolos y clasificándolos no es precisamente aproximarse a dar un pelotazo.

Dos de los más prestigiosos entomólogos españoles, Pérez Arcas y Serafín de Uhagón, se conocieron casualmente.

Cuentan que el entomólogo Laureano Pérez Arcas fue a cobrar un cheque a una sucursal bancaria. Al entrar fue reconocido de inmediato por Serafín de Uhagón, hijo del banquero propietario de la entidad. Se extrañó Pérez Arcas de ser reconocido –los entomólogos no eran famosos y además no había televisión-. Tras la pertinente conversación resultó que el hijo del banquero era un gran aficionado a los insectos, y ambos entusiastas conocedores de la Sierra de Guadarrama. Laureano Pérez Arcas, catedrático de Zoología en la Universidad Central invitó al joven aficionado a incorporarse a las excursiones naturalistas en busca de escarabajos. El joven Serafín de Uhagón resultó finalmente un alumno aventajado, ya que diferentes especies de coleópteros fueron descubiertas en años posteriores por Uhagón.

 

 

Laureano Pérez Arcas.

Laureano Pérez Arcas.

 

 

Laureano Pérez Arcas (Requena 1820-1894) especialista en coleópteros y más en concreto, en cerambícidos, colaboró en la creación de la Sociedad Española de Historia Natural.

 

 

Serafín de Uhagón.

Serafín de Uhagón.

 

 

Serafín de Uhagón (Bilbao 1845- Madrid 1904), también especialista en coleópteros. Tesorero de la Sociedad Española de Historia Natural. Algunas especies llevan su apellido, como el coleóptero que antes existía en nuestra sierra Mylabris uhagonii, y del que no se sabe nada desde 1940. Ángel Sánchez Crespo para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).

Machado y la Sierra de Guadarrama

Antonio Machado.

Antonio Machado.

Machado y la Sierra de Guadarrama. No fue Antonio Machado (Sevilla 1875-Colliure, Francia 1939) un hombre excursionista, al menos por lo que se entiende como senderista. Tenía el poeta dificultades para caminar con soltura entre pendientes y en abruptos recorridos. Es más, tenía cierta torpeza para caminar incluso por lugares llanos. Tal vez por ello le mostraba su asombro a Ignacio Bolívar, uno de los más importantes entomólogos españoles al que decía “…insigne Bolívar, cazando saltamontes a sus setenta años, con general asombro de las águilas, los buitres y los alcotanes de la cordillera carpetovetónica…”.

Machado detestaba el deporte, la gimnasia, y lo hizo saber a través de su Juan de Mairena calificando como “…absurda y ambiciosa la expresión educación física…no hay que educar físicamente a nadie…, todo deporte es trabajo estéril, cuando no juego estúpido…”

Sin embargo, Antonio Machado contemplaba la Sierra de Guadarrama, viajaba frecuentemente desde Segovia a Madrid en ferrocarril. Amante de la grandeza del paisaje su inabarcable sensibilidad le hizo preguntarse:

¿Eres tu, Guadarrama, viejo amigo,

la sierra gris y blanca,

la sierra de mis tardes madrileñas

que yo veía en el azul pintada?

Por tus barrancos hondos

y por tus cumbres agrias,

mil Guadarramas y mil soles vienen,

cabalgando conmigo, a tus entrañas.

Camino de Valsaín/ Campos de Castilla

Sentimiento y homenaje difícil de superar para no ser senderista ni haber hecho noche nunca en las cumbres de Peñalara. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).

Graells, Curicus y Actias isabellae. Un entomólogo, un perro y la más bella mariposa

Graellsia isabelae-Actias isabellae

Graellsia isabelae-Actias isabellae

Graells, Curicus y Actias isabellae. Un entomólogo, un perro y la más bella mariposa. Allá por la primavera de 1849 paseaba Don Mariano por los bosques de Peguerinos (Ávila) en los límites con San Lorenzo del Escorial (Madrid), en plena Sierra de Guadarrama cuando su perro, de nombre “Curicus”, se quedó inmóvil mirando un extraño ser que reposaba sobre un tronco de pino caido; “…así cogí por primera vez a la Saturnia isabellae…”, contaba Don Mariano de la Paz Graells.

Mariano de la Paz Graells y su perro Curicus. Archivo MNCN-CSIC.

Mariano de la Paz Graells y su perro Curicus. Archivo MNCN-CSIC.

El descubrimiento de este riojano, guadarramista, catedrático de Zoología y director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, causó sensación en la época. Se trataba de una hembra y transcurrieron más de cuatro años hasta que el propio Graells localizó a un macho de la especie.

Pero las dudas y las críticas de entomólogos contemporáneos y posteriores, empañaron el descubrimiento. Se le reprochaba no haber invitado a sus colegas a sesiones de búsqueda de la especie, no haberles regalado ejemplares, no haber descrito con exactitud el lugar del encuentro, en definitiva, se dudaba de su hallazgo.

Recelos y odios entre colegas, envidias ante el descubrimiento de la mariposa más hermosa del hemisferio norte, nocturna para más señas -una polilla que diríamos despectivamente-, pero una polilla grande, de hasta diez centímetros y de colores maravillosos. En latín la describía su descubridor como “… Saturnia isabelae alis patentibus, anticis rotundis, posticis caudatis, omnibus viridibus… basi lanuginosis marginibus nervisque purpureo ferrugineis…”

 

 Las pasiones que desató el lepidóptero llegaron al extremo de querer nacionalizarlo. Tanto fue así que en 1922 el entomólogo frances Oberthür dijo haber descubierto una subespecie en el Departamento de Hautes-Alpes, a la que llamó Graellsia galliaegloria o lo que es lo mismo Graellsia “gloria de Francia”. Al final resultó ser la misma especie descubierta por Graells.

También se dijo que la mariposa francesa era descendiente de ejemplares españoles que se habían llevado hasta Francia. En suma, una sucesión de disparates patrióticos a los que por suerte son ajenos los lepidópteros, y que para no ser menos siguió en su momento el propio descubridor poniendo a la mariposa por nombre el de la reina vigente Isabel II, Saturnia isabelae. Posteriormente, para no dejar sin mérito al propio Graells, la mariposa pasó a denominarse Graellsia isabelae, y actualmente Actias isabellae. Es decir, que perdura el nombre de la reina pero no el del entomólogo, aunque a decir verdad “Actias curicusae” por hacer honor al perro de Don Mariano “Curicus” hubiera sido más justo. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).

101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRRA DE GUADARRAMA

101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRRA DE GUADARRAMA

Francisco Giner de los Ríos, el primer guadarramista

Refugio Giner (La Pedriza del Manzanares)

Refugio Giner (La Pedriza del Manzanares)

Francisco Giner de los Ríos, el primer guadarramista. Giner de los Ríos nació en Ronda (Málaga) el 10 de Octubre de 1839 y falleció en Madrid el 17 de Febrero de 1915. Amante de la Sierra de Guadarrama, de su naturaleza, pueblos y costumbres fue pionero en el excursionismo didáctico. La experimentación con la naturaleza, con las cosas “pequeñas” y sus interacciones, hasta comprender lo más complejo y trascendente, forman parte de la filosofía krausista de Giner de los Ríos.

Francisco Giner de los Ríos, ideólogo y defensor de la libertad de cátedra y de una enseñanza que permitiera compartir e intercambiar oponiones entre alumnos y profesores, fue expulsado de su cátedra, precisamente por esa falta de libertad contra la que se rebeló. No obstante, su empeño le llevó a crear, en colaboración con otros intelectuales, la mítica Institución Libre de Enseñanza, vivero irrepetible de grandes talentos.

El 14 de Julio de1883, Giner de los Ríos en compañía de alumnos, profesores y geólogos, llevó a cabo la primera excursión a pie de la Institución Libre de Enseñanza por la Sierra de Guadarrama. De Villaba a La Granja de San Ildefonso. Fueron tres duras jornadas. La primera de ellas entre Villalba y El Paular, desde las tres de la madrugada hasta la caída de la tarde. El segundo día el trayecto discurrió por el Alto Lozoya, y el tercer día entre El Paular hasta La Granja por el Puerto del Reventón (no existían las carreteras que ahora unen El Paular con la Granja a través de Cotos).

Decía Antonio Machado de este gran guadarramista: “Como todos los grandes andaluces, era don Francisco la viva antítesis del andaluz de pandereta, del andaluz mueble, jactancioso, hiperbolizante y amigo de lo que brilla y de lo que truena. Carecía de vanidades, pero no de orgullo; convencido de ser, desdeñaba el aparentar. Era sencillo, austero hasta la santidad, amigo de las proporciones justas y de las medidas cabales. Era un místico, pero no contemplativo ni estático, sino laborioso y activo. Tenía el alma fundadora de Teresa de Ávila y de Iñigo de Loyola; pero él se adueñaba de los espíritus por la libertad y por el amor. Toda la España viva, joven y fecunda acabó por agruparse en torno al imán invisible de aquél alma tan fuerte y tan pura”.

La influencia de Francisco Giner de los Rios  en la Generación del 98 queda patente en el gusto por el paisaje, por la tierra, por la naturaleza. Gracias a sus excursiones pioneras, otras legendarias instituciones como La Sociedad de Amigos del Guadarrama o el Club Alpino Español, iniciaron sus andanzas allá por 1886 y 1908, respectivamente. De ellas hablaremos en otra ocasión. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).

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