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El eclipse de sol de 1905 desde la cumbre del Guadarrama

Paisaje del Guadarrama. Martín Rico 1858

Paisaje del Guadarrama. Martín Rico 1858

EL ECLIPSE DE SOL DE 1905 DESDE LA CUMBRE DEL GUADARRAMA. Por Eduardo Caballero de Puga

En agosto de 1905 el Alto del león (Puerto de Guadarrama) es el lugar elegido para observar el primer eclipse de sol del siglo XX. El autor, Eduardo Caballero de Puga, nos narra cómo era el ambiente que rodeó al evento.

“Para observar el actual eclipse, el lugar más apropiado de nuestra Península es el litoral del Mediterráneo, por ser el menos expuesto a los ciclones del Atlántico; pero yo he preferido la cumbre del Guadarrama como la mejor atalaya para ver la llegada de la sombra de la Luna en su veloz carrera de un kilómetro por segundo… …Estudiemos ahora sus efectos… Son aquí los primeros, un desusado movimiento en el pueblo de Guadarrama, por los infinitos viajeros que de todas partes llegan, y que organizados en numerosas caravanas, con 10 grados de temperatura, comienzan desde las primeras horas del día la excursión al Puerto de su nombre, unos en las clásicas carretas, que hacen el camino en tres horas y son hoy exactamente iguales que en los tiempos de Don Quijote; otros, mirando a éstas con olímpico desprecio, en veloces automóviles, que a veces patinan y se quedan en la mitad de la cuesta; algunos en trotones borriquillos; los menos a caballo y los más en coches, no todos tan seguros que no sufran avería en el camino. Pero allá vamos todos, tan curiosos como audaces, porque el NO. (viento norte) es muy duro y el frío aumenta a medida que avanza el día y ganamos en altura. Eso sí, cada cual se abriga como puede, pues no fue fácil prever tan baja temperatura en el mes de Agosto, con lo que resultan trapos muy extraños, y hasta aristocráticas damas que lucen sobre sus elegantes pero débiles abrigos, las mantas de las camas de los hoteles de Guadarrama, no siempre bien tratadas por el tiempo.

MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA

MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA

La excursión es pintoresca; la ascensión hermosa y el panorama espléndido. De pronto, gritos de vaqueros y ruido de cencerros producen general impresión. Todos se detienen y el ganado bravo cruza pausadamente la carretera. La animación renace, y llegamos por fin a la cumbre del Puerto, apeándonos ante el pedestal que sustenta el carcomido león que a 1.570 metros sobre el nivel del mar, mandó erigir en 1749 Fernando VI sobre el promontorio que, permitiendo ver a un tiempo mismo las vertientes Norte y Sur del Guadarrama, se halla en la divisoria de las dos Castillas”.

Al terminar el eclipse, nos dice Caballero de Puga:

“La escena comenzó a cambiar; el viento decreció en intensidad; el Sol fue acrecentando su disco cual ascua de vivísimo fuego que amplía sus proporciones, y el frío, superior a la temperatura termométrica de cinco grados sobre cero, desalojó de los riscos a los excursionistas, que en numerosas bandadas se lanzaron a cobijarse al abrigo de las ensenadas de la vertiente del Sur, cerca de las hogueras en que humeaba el clásico arroz y las suculentas viandas. Todo recobró sucesivamente movimiento y vida. Sobre Siete Picos apareció de nuevo el águila; vino un momento a cernerse encima de mi cabeza y partió veloz en dirección a Castilla la Vieja, como mensajera feliz de que el astro del día había recobrado su imperio sobre la Tierra. Aterido, con el rostro y las manos amoratadas por el frío, yo también abandoné mi observatorio y me dirigí a tomar parte en el festín de los míos. Al pasar cerca de los distintos, animados y pintorescos grupos de comensales, vi que algunos alzaban sus vasos como brindando por el Sol, e impulsado por la general corriente brindé a mi vez, con todos los entusiasmos de mi alma, por la prosperidad y engrandecimiento de esta hermosa joya del mundo que se llama España”. Caballero de Puga, Eduardo. El Eclipse de Sol de 1905. Desde la cumbre de Guadarrama. Madrid. 1905. Extracto del libro MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA. Guadarramistas Editorial. Selección de textos por Ángel Sánchez Crespo e Isabel Pérez García.

Veraneantes de principios del siglo XX

Miraflores de la Sierra
Miraflores de la Sierra. © de la foto, Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra

El verbo veranear está en franca decadencia. Ahora es difícil escuchar expresiones como “irse de veraneo” o “veraneantes”. Ni siquiera nos vamos de vacaciones, lo hemos reducido a pasar unos días o tomarnos unos días de descanso. Pero antes, veranear significaba pasar el verano, entero, con sus tres meses, fuera del domicilio habitual. Y ello, entonces, como ahora, solamente lo podían hacer unos cuantos privilegiados que, por ejemplo, tenían en los pueblos de la sierra de Guadarrama sus residencias de verano. Sobre estos veraneantes, opinaba así Alberto de Segovia en 1910. El pueblo al que se refiere es Miraflores de la Sierra, antiguamente denominado Porquerizas. Dice así el texto:

«Da lástima contemplar el uso estético que hacen de la sierra la mayoría de las “distinguidas”, de las “respetables” familias que veranean en sus distintos pueblecitos. Me explicaré con un ejemplo que citaré a modo de historia clínica, para estudiar la patología de las colonias veraniegas. En el valle del Manzanares hay un pueblo bastante bonito que antes tuvo nombre relacionado con los cerdos y hoy lo tiene relacionado con flores. En ese pueblo veranean un serie de familias de bastante buena posición social y económica. Hay varios hoteles -el autor se refiere a residencias de verano o chalets-, algunos muy elegantes y valiosos. En fin, que es un pueblo, si no de la importancia veraniega de Cercedilla, el Escorial, Las Navas, ni otros así, de una importancia más o menos como la de Villalba, Torrelodones, Robledo de Chavela, etc.

¿Quiere saber el lector en qué consiste el genero de vida que hacen estas familias durante los meses de estío?. Yo lo sé de buena tinta, porque lo he presenciado las veces que he ido a ese pueblo en mis correrías por la sierra. Se levantan de la cama al medio día, almuerzan, duermen la siesta, dan un paseíto minúsculo -inferior al menor que podrían dar y que darán en Madrid- hasta una fuente próxima o sitio determinado de igual manera y al casino a bailar hasta la hora de comer. Terminada la comida, otra vez al salón de baile hasta bien avanzada la madrugada. ¿Qué le parece al lector esto?.

Y tenga en cuenta que ese pueblo tiene alrededores magníficos para hermosos paseos y excursiones para interesantes ascensiones; pero esos alrededores permanecen vírgenes de la exploración de los veraneantes. Veraneantes que prefieren la atmósfera asquerosa y mal oliente del casino -estos casinos rurales, sin ninguna de las ventajas y con todos los inconvenientes del verdadero casino-, a la atmósfera deliciosa, incomparable del campo que tienen a dos pasos del hotel. Esta es la vida corriente, acostumbrada, de muchas, de muchísimas familias de esas colonias veraniegas(…) A estas gentes tan desprovistas de sentido ideal de la vida que en este caso concreto es, a la vez, sentido práctico, darles la sierra es lo mismo, como dice sabio y duro el refrán castellano, que echar margaritas a los puercos(…) (Alberto de Segovia. Divagación. 1910. (© GUADARRAMISTAS EDITORIAL. Texto incluido en el libro MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA. Pincha en este enlace para conocer más sobre este libro)

Bernaldo de Quirós, toda la sierra en su corazón 

La Mujer Muerta, vista desde el Palacio de Riofrío -Segovia-, en una espléndida tarde de otoño. ©ÁNGEL S. CRESPO

La Mujer Muerta, vista desde el Palacio de Riofrío -Segovia-, en una espléndida tarde de otoño. ©ÁNGEL S. CRESPO

Bernaldo de Quirós, toda la sierra en su corazón. Constancio Bernaldo de Quirós y Pérez (Madrid 1873-México 1959), abogado criminalista y autor de numerosas obras en el ámbito del Derecho, fue profesor en la Universidad Central de Madrid y en la Institución Libre de Enseñanaza. Destacadísimo penalista, redactó el proyecto de Código Penal de 1902, el cual no llegó a ser definitivamente aprobado.

Su pasión por la sierra de Guadarrama no tuvo límites, pionero del alpinismo en España, fue uno de los fundadores del Club de Alpinismo Peñalara. Se le puede considerar uno de los grandes guadarramistas junto a Giner de los Ríos, del que fue su discípulo.

Bernaldo de Quirós fue montañero incansable, conocedor y observador de todos los rincones de la sierra de Guadarrama. Necesitaba caminarla, sentirla paso a paso. Conocía la sierra, sabía de su historia, de su toponimia y desde ese profundo conocimiento la respetaba y trataba de acercarla a todos en su obra literaria.

Nunca militó en partido político alguno, pero al terminar la guerra tuvo que exiliarse por su afinidad a la República. Partió hacia Francia sin tiempo para echar un último vistazo a sus amadas montañas, abandonando su no menos querida biblioteca. En Francia vivió en la extrema pobreza junto a su familia, acogido en un albergue. En 1940 embarcó hacia la República Dominicana para ser de nuevo acogido en una granja, en la que trabajó en las labores del campo. Afortunadamente fue reconocido como la eminente personalidad que era y nombrado profesor de la Universidad de Ciudad Trujillo. Desde entonces ejerció su trabajo de forma incesante, también  como conferenciante y criminólogo. Poco antes de morir el 11 de agosto de 1959, se encontraba corrigiendo las pruebas de su último libro. Murió sin patrimonio. Nunca pudo regresar a su querida sierra de Guadarrama.

De su extensa obra nos quedamos con algunos momentos, como aquel en el que un grupo de jóvenes que se reunían en el Ateneo de Madrid inician el excursionismo. Por primera vez llegan a El Paular, lugar de encuentro para ilustres guadarramistas. Tomamos este fragmento escrito por Bernaldo de Quirós para la Revista Ilustrada de Alpinismo, núm 186. Madrid, en junio de 1929:

«Tomamos la costumbre de reunirnos a última hora de la tarde en el Ateneo, para después bañarnos al anochecido en el río y cenar después en los sotos de cierta huerta ribereña…La sobremesa era larga y feliz en los buenos tiempos de las ilusiones de todos, y para prolongarla más con nuevos estímulos pintorescos emprendimos grandes paseos nocturnos que solo tenían fin con el alba. La primera semana nos contuvimos en los confines de La Moncloa; a la segunda llegamos a la ermita del Cristo de El Pardo, leve eminencia desde donde por primera vez vimos un amanecer escenográfico con la gran sierra al fondo. A la tercera semana decidimos llegar hasta la sierra misma; y en efecto, el 6 de septiembre de aquel año -1902- hicimos la jornada de Navacerrada hasta El Paular, empleando el día entero, perdiéndonos al cabo en El Palero y llegando a la portería del monasterio a la luz de un relámpago oportuno…»

Paisaje de la sierra de Guadarrama ©ISABEL PÉREZ

Paisaje de la sierra de Guadarrama ©ISABEL PÉREZ

Y sobre las bondades serranas decía:

«..la sierra devuelve en energía y en salud el esfuerzo gastado en conocerla. Procura, además, en las altas cumbres, un genero de estética acabado por la perfección de las sensaciones de silencio y de quietud…»

Inevitable resulta no ensimismarse con esta descripción que don Constanciao hace de lo que ofrecía el puerto de Navacerrada un día de comienzos de septiembre de 1902, En la Cartuja de El Paular:

«…frente por frente se divisa la tierra pajiza de Castilla, llana y austera como el carácter de los que en ella nacen. Segovia estaba tendida en primer termino; su catedral parecía un dedo blanco ligeramente brillante. Hay en el puerto una casa abierta, combatida incesantemente por el viento que se precipita impetuosos por aquel paso.  En el alto debíamos dejar la carretera y buscar el camino que, según nos habían dicho, conduce hasta el puerto de El Paular. Reposamos un instante junto a una fuente. Una hermosísima ave de rapiña pasó por encima de nosotros. De un solo impulso de sus grandes alas pardas perdióse a nuestra vista tras los montes. Buscando el camino, equivocados, bajamos al fondo de la garganta resbalando por canchales movedizos, depósitos de fragmentos de roca desprendidos de las montañas y arrastrados por la nieve…

Hallamos en el fondo de la garganta un fresquísimo arroyo. La mano no podía resistir un sólo minuto sumergida en aquel agua, sin sentir la sensación de quemadura. Verla correr tan transparente era una delicia del alma. Tan pura era, que recogida en un vaso, luego que dejaba de oscilar, dejaba también de verse. Crecían en las orillas helechos y ortigas, y bajo ellas, como en un bosque diminuto, se agitaba la vida de los insectos. Ellos estaban allí, como nosotros bajo los pinos…

El cielo se nublaba hacia el oeste, tomando lívidas coloraciones. Algunos picos estaban cubiertos por las nubes. Poco a poco, una columna de estas empezó a moverse. Apretada y densa al principio, luego se hizo más tenue y vaporosa, resbalaba por la pendiente de la montaña con una gracia doble y serena, incomparable. Se diría que iba impulsada por un ser de pies ligeros… Dos grandes aves rapaces, suspendidas a una altura prodigiosa, se entregaban al placer triunfante de volar, que debía embriagarlas de alegría. Trazaban en el cielo espirales que dilataban o estrechaban alternativamente. De improviso una desapareció, precipitándose en las sombrías desgarraduras de la nube.

Nuevamente emprendimos la marcha, llena la cabeza de pensamientos sugeridos por la grandeza de aquel espectáculo inefable. Habíamos reabsorbido la Naturaleza y comprendíamos bien que tanto vale ser piedra, nube, águila u hombre».    (EXTRACTO DEL LIBRO «MIL GUADARRAMAS. LA SIERRA HECHA PALABRA»© ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO/ISABEL PÉREZ

La sierra de Guadarrama para jóvenes naturalistas

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La sierra de Guadarrama para jóvenes naturalistas

La Sierra de Guadarrama para jóvenes naturalistas es un libro, pensado para todos los lectores, pero especialmente para los más jóvenes,   una guía para disfrutar del espectáculo más apasionante que tenemos tras la puerta de casa: la naturaleza.

Los centenares de fotos e ilustraciones que hemos incluido en esta guía os ayudarán a conocer muy de cerca a  los principales habitantes de la sierra de Guadarrama y en los textos que hemos escrito, ágiles y de fácil comprensión, encontraréis su retrato y sus curiosidades más llamativas.

Casi 400 especies están descritas en sus diferentes hábitats y en las diferentes estaciones del año para que os sea más fácil identificarlas y conocerlas en su medio, el increíble «planeta» de la sierra de Guadarrama.

Esperamos que disfrutéis tanto de ella como nosotros lo hemos hecho cuando la escribíamos.

Editorial: Ediciones La librería

Título: La sierra de Guadarrama para jóvenes naturalistas

Autores: Isabel Pérez García/Ángel Sánchez Crespo

Páginas: 175

Datura stramonium, estramonio

Estramonio. Porte de la planta.

Estramonio. Porte de la planta.

Datura stramonium, estramonio. El estramonio es una planta extremadamente venenosa que podemos encontrar en bordes de caminos, escombreras y terreros. Alcanza 1,5 metros de altura, tiene unas lamativas flores blancas que se abren al atardecer y frutos espinosos. No es originaria de la Península Ibérica y tampoco es muy frecuente en la Sierra de Guadarrama, aunque cada vez abunda más en los pueblos serranos del piedemonte, tal vez como consecuencia del uso para obras públicas y jardinería de tierras que contienen sus semillas extraídas en zonas donde la planta sea frecuente.

Flor cerrada de estramonio.

Flor cerrada de estramonio.

Su consumo provoca entre otras nefastas consecuencias: alucinaciones, desorientación, náuseas, pérdida de la sensación táctil, visión borrosa, episodios de pánico, embriaguez, aceleración del ritmo cardiaco y parada respiratoria. Teniendo en cuenta las circunstancias de salud de quien lo consume, hasta una pequeña dosis de esta planta puede provocar la muerte, y en cualquier caso, sus efectos a largo plazo son nocivos para el cerebro. Por supuesto, de esta planta también se obtienen importantes y beneficiosos fármacos. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS.(SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, NO TE PUEDES PERDER NUESTRO LIBRO “QUE NO PISAR, NO COMER Y NO TOCAR EN LA NATURALEZA”, UNA GUÍA DE LAS ESPECIES DE ANIMALES, PLANTAS Y HONGOS POTENCIALMENTE PELIGROSOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA).

Fruto del estramonio.

Fruto del estramonio.

Anthaxia hungarica

Anthaxia hungarica.

Anthaxia hungarica.

Anthaxia hungarica. Un precioso coleóptero bupréstido que habita preferentemente zonas de encinar y robledal, ya que sus larvas se desarrollan sobre árboles del género Quercus, especialmente Quercus ilex (encina), Quercus faginea (quejigo), Quercus pyrenaica (roble melojo).

Parece ser que aunque Anthaxia hungarica puede atacar a árboles sanos, suele emplear aquellos que ya han sido parasitados previamente por otras especies, por lo que no es especialmente nociva para las masas forestales. Una vez adulto, su alimentación se basa en el polen de las numerosas plantas primaverales y veraniegas que visita.

Los bupréstidos, familia de los coleópteros a la que pertenece Anthaxia hungarica, son magníficos voladores. Poseen grandes ojos, antenas cortas y un cuerpo robusto. Además, entre los bupréstidos se encuentran algunas de las especies de coleópteros más hermosos y coloridos.

Anthaxia hungarica es uno de los bupréstidos más grandes de la penínusla, puede llegar a alcanzar 1,5 cm. Machos y hembras presentan un marcado dimorfismo sexual. El macho es verde y la hembra presenta tonos metálicos rojizos, azulados, verdosos y amarillentos que la hacen espectacular. Su área de distribución abarca toda la Península Ibérica, y aunque no es un insecto común, no es extraño verlo sobre las flores, especialmente aquellas pertenecientes a la familia de las compuestas –Compositae-.

El hábitat de Anthaxia hungarica viene determinado por la presencia de árboles de la familia de las fagáceas donde se desarrollan las larvas, siempre próximas a zonas abiertas y soleadas con flores donde se alimentan en su fase adulta. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS

Anthaxia hungarica. Las marcas sobre su cuerpo son gotas de agua después de una tormenta primaveral

Anthaxia hungarica. Las marcas sobre su cuerpo son gotas de agua después de una tormenta primaveral.

Cordulegaster boltonii

Cordulegaster boltonii

Cordulegaster boltonii

Cordulegaster boltonii. Es ésta una gran libélula de poderoso vuelo que podemos ver en los arroyos de nuestra Sierra. Su presencia es un indicador de calidad del agua, ya que únicamente habita en aguas limpias y corrientes. Observar el elegante y ágil vuelo de este gran odonato no deja indiferente.

Cordulegaster boltonii se distribuye por zonas montañosas de toda la península Ibérica, aunque se hace menos frecuente cuanto más al sur. Mide unos 8 cm de longitud, la hembra algo más por su largo ovopositor de unos 5 mm. Sus franjas amarillas a forma de anillos le proporcionan uno de sus nombres comunes, libélula de anillos de oro -una traducción de la denominación británica-. También se denomina vulgarmente libélula tigre, por el aspecto atigrado que le proporcionan dichos anillos.

La podemos ver en la Sierra de Guadarrama, y en toda la península, desde finales de mayo hasta finales de agosto en arroyos de montaña con aguas claras, limpias y bien oxigenadas. Alcanza y supera sobradamente los 2000 metros de altitud. Está presente en toda Europa.

Los machos son extremadamente territoriales, vuelan sin cesar en tramos de unos 150 metros patrullando sus dominios y expulsando a cualquier intruso.

Después de la cópula, las hembras de Cordulegaster boltonii efectúan sus puestas en el agua. Las larvas nacen entre 3 y 6 semanas después y tienen uno de los períodos larvarios más largos de entre los odonatos. Al vivir en aguas frías de montaña, necesitan unos cuatro años para transformarse en adultos, a veces más tiempo, según las condiciones de temperatura y altitud. ÁNGEL S.CRESPO para GUADARRAMISTAS.

Cordulegaster boltonii. Detalle

Cordulegaster boltonii. Detalle

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