La popular malva tiene en nuestra Sierra una importante representación de especies: Malva neglecta, Malva nicaensis, Malva parviflora, Malva sylvestris y Malva tournefortiana, entre otras, que son difíciles de distinguir. Se diferencian por pequeños detalles como el tamaño distinto de la flor o la altura de la planta.
La malva está asociada a terrenos nitrificados, frecuentados por animales domésticos, dehesas boyales, corrales…, en definitiva, lugares bien abonados. No en vano, lo de “criar malvas” es una buena, aunque tosca expresión, de algo tan natural como proporcionar alimento al suelo cuando morimos, alimento que las malvas agradecen.
Desde el punto de vista del uso humano, la flor de la malva se ha empleado en infusión para curar catarros. También las hojas tenían uso. Se cocían y envueltas en un paño se aplicaban sobre heridas y picaduras. En algunos pueblos serranos se dice “si te curas con malvas, mal vas”, de lo que se deduce poca eficacia sanadora. También los frutos, aún verdes, que coexisten en la planta con las flores, se consumían crudos y se les llamaba “panecitos”. También es comentario popular en algunas zonas serranas que su sabor es tan suave que no saben a nada… Mejor disfrutar de su belleza, esa es indiscutible. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS