Calliphora vicina y Caliphora vomitoria. Las moscas del género Calliphora pertenecen a la familia Calliphoridae, orden de los dípteros. Son las “moscardas” o “moscardones” que tan pocas simpatías despiertan.
Calliphora vicina y Calliphora vomitoria son dos especies diferentes, pero con costumbres similares. Fácilmente reconocibles, ya que son esas moscas grandes que de vez en cuando entran en las casas. Lo hacen con un potente zumbido provocando el revuelo de los moradores que tratan de expulsarlas mientras ellas se obstinan en chocar contra los cristales.
Ambas especies presentan unos tonos azulados que varían de intensidad según la incidencia de la luz. Su color es hermoso, pero es inevitable el rechazo que producen, ya que son vectores de muchos tipos de enfermedades, algunas realmente peligrosas. Hay que tener en cuenta que las moscas se posan en los alimentos después de haberlo hecho en lugares insalubres, regurgitan sus jugos gástricos y defecan sobre ellos. Por ello hay que hacer lo posible por evitar que los alimentos queden expuestos en presencia de estos insectos.
Las moscas del género Calliphora son robustas y pueden superar el centímetro de longitud, lo cual es un tamaño considerable para una mosca.
La hembra de Calliphora vicina es uno de los primeros insectos en acudir en presencia de un cadáver. Sobre el mismo deposita sus huevos, y sus larvas tardan en eclosionar unas 24 horas. Alimentándose del cadáver van completando su desarrollo en diferentes fases que finaliza varias semanas después. Este proceso es el que permite a los entomólogos forenses determinar la fecha de la muerte de las víctimas de homicidios, asesinatos o fallecidos en extrañas circunstancias.
Lo mismo puede decirse de Calliphora vomitoria, otra de las moscas cuyo ciclo estudian los forenses y que ayudan a esclarecer extrañas muertes humanas. Según el estado de desarrollo de la larva, los especialistas saben casi con exactitud el tiempo que hace que la persona ha fallecido.
Calliphora vicina y otras especies de dípteros necrófagos son activos ya a finales del invierno. Su macabra misión consiste en descubrir los muchos cadáveres que los fríos y las nieves dejan entre mamíferos y aves, a los que acuden raudas a depositar sus huevos.
Por supuesto, no todo podía ser desagradable en estos insectos. Las dos especies, Calliphora vicina y Calliphora vomitoria, contribuyen de forma importante a reciclar la materia orgánica, y a evitar posibles enfermedades derivadas de la descomposición de los cuerpos. Pocas veces veremos animales muertos en el campo, la propia naturaleza se encarga, a través de muchos agentes, de practicar sus peculiares “inhumaciones”. ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS