Arcipreste de Hita.

Arcipreste de Hita.

Encuentro entre el Arcipreste de Hita y la Chata de Malagosto. El Puerto de Malagosto se encuentra a unos 1.900 metros de altitud, situado en la divisoria actual de las provincias de Madrid y Segovia. Hacia el sur, y a sus pies, se sitúa el magnífico Valle del Lozoya (provincia de Madrid), y hacia el norte, las no menos espectaculares tierras segovianas. Así que por su ubicación y dado que la línea recta es el camino más corto entre dos puntos, el Puerto de Malagosto era de obligado paso para quienes querían acortar el trayecto desde el Valle del Lozoya a la capital segoviana. Si  tenemos en cuenta la dureza del camino -hay un desnivel de 800 metros desde el Valle hasta el Puerto-, además de ser de obligado paso, era un lugar de obligada parada, si se quería evitar eso que llamaban “echar el bofe” antes de iniciar el descenso por la ladera segoviana.

Allá por el siglo XIII y sin necesidad de ningún máster, ni curso especializado de esos que imparten en el extranjero, los paisanos serranos ya sabían que un lugar de paso donde además las cuestas hacían hincar la rodilla, era un buen lugar para poner una venta que reconfortara con bebida, alimento y lecho a los sufridos viajeros. Y la “Administración Pública” de entonces, sabía como lo sabe ahora, que de esos negocios se pueden obtener pingües beneficios a base de impuestos, máxime si se cobraban  tanto a los que regentan el negocio – por el hecho de trabajar- como a los que se hospedaban en el mismo –por el hecho de querer pasar por un paso de montaña-. A estas alturas, el lector ya se habrá percatado de que eso que llaman “hecho imponible” existe desde hace mucho tiempo y es un concepto muy flexible.

Sin embargo, los riesgos que debía entrañar el regentar algunas alberguerías serranas perdidas en lo alto de las montañas, con inviernos terroríficos y  saqueadores por doquier, no debía ser muy apetecible si además había que pagar impuestos. Por eso, un rey Sabio como Alfonso X pensó que lo mejor era eximir del pago de impuestos a los titulares de determinadas ventas como la de Valathome, Fuenfría, Malagosto y Manzanares, y en junio de 1273 estableció la siguiente exención:

“Por fazer bien, e merced a los que moran e moraren dende en adelante en las alberguerias que son Valathome, Fuenfría e de Mançanares, e de Maragosto que an nombre de alberguerias, quitolos de todo pecho, e de todo pedido e de todo servicio, e de fonsado e de fonsadera, et de toda fazendera”.

Hacia el Puerto de Malagosto se dirigió un día Juan Ruiz, Arcipreste de Hita ,  cuando se topó con la ventera serrana de armas tomar a la que llamaban Chata de Malangosto. Lo cuenta en el Libro del Buen Amor, obra del año 1330, esencial de la literatura española del medievo, donde el autor cuenta diferentes aventuras en las que venteras y vaqueras serranas son también protagonistas.

Puede resultar chocante el hecho de que siendo Juan Ruiz  arcipreste, o sea, un clérigo, no disimulara sus amoríos, de hecho no escatima explicaciones e incluso calificaciones que hoy día no serían bien vistas por determinados sectores religiosos. Mucho más recatados han sido los escritores en otras épocas más recientes, ya sea por convicción o por la fuerza,  que lo era este arcipreste con ganas de disfrutar de la vida.

Y si no, no hay más que leer las sabias palabras del propio Arcipreste, que son todo un himno al carpe diem que dicen así:

Yo, como soy humano y, por tal, pecador,

sentí por las mujeres, a veces, gran amor.

Que probemos las cosas no siempre es lo peor;

el bien y el mal sabed, y escoger lo mejor.

Sin embargo, la paradoja entre la condición clerical y la libertad sexual hay que analizarla en su contexto histórico, y es que resulta que por la época en que vivió el Arcipreste de Hita, la Iglesia se encontraba en un período de eso que llaman “moral relajada”.

Hasta que los Reyes Católicos un siglo y medio después no decidieron poner orden, la vida de los monasterios era de todo menos monacal. Por eso los monarcas encomendaron a Francisco Cisneros, confesor de la propia reina, poner orden entre religiosos y religiosas. Como no podía ser de otro modo, esto sentó muy mal a algunos monjes, imaginamos que a todos, pero algunos lo llevaron al extremo de abrazar la religión musulmana o dejar los hábitos. Hasta iniciado el s. XVI no se consiguió meter en vereda a los clérigos. Se cuenta que en Salamanca los frailes dominicos se encerraron armados en señal de protesta, y cuando fueron desalojados recorrieron las calles salmantinas vociferando en “plan manifestación”, acompañados por las prostitutas de la ciudad.

En ese momento de nuestra historia hay que entender al Arcipreste de Hita, a su Libro del Buen Amor y a las aventuras que vivió, entre otras con la Chata de Malangosto, en el Puerto que hoy es el de Malagosto.

Cada año, el segundo domingo del verano, el párroco del municipio segoviano de Sotosalbos, acompañado de vaqueros, pastores y amantes de la sierra recrean en Malagosto el encuentro del clérigo con la ventera que el protagonista Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, eso sí, algo faltón y un tanto machista, según los cánones actuales, narró así:

Pasando yo una mañana

el puerto de Malangosto

asaltóme una serrana

tan pronto asomé mi rostro.

-«Desgraciado, ¿dónde andas?

¿Qué buscas o qué demandas

por aqueste puerto angosto?»

Contesté yo a sus preguntas:

-«Me voy para Sotos Albos»

Dijo: -«¡El pecado barruntas

con esos aires tan bravos!

Por aquesta encrucijada

que yo tengo bien guardada,

no pasan los hombres salvos.»

Plantóseme en el sendero

la sarnosa, ruin y fea,

dijo: -«¡Por mi fe, escudero!

aquí me estaré yo queda;

hasta que algo me prometas,

por mucho que tú arremetas,

no pasarás la vereda.»

Díjele: -«¡Por Dios, vaquera,

no me estorbes la jornada!

deja libre la carrera;

para ti no traje nada.»

Me repuso: -«Entonces torna,

por Somosierra trastorna,

que aquí no tendrás posada.»

Y la Chata endiablada,

¡que San Julián la confunda!

arrojóme la cayada

y, volteando su honda,

dijo afinando el pedrero:

-«¡Por el Padre verdadero,

tú me pagas hoy la ronda!»

Nieve había, granizaba,

hablóme la Chata luego

y hablando me amenazaba:

-«¡Paga o ya verás el juego!»

Dije yo:-«¡Por Dios, hermosa,

deciros quiero una cosa,

pero sea Junto al fuego!»

-«Yo te llevaré a mi casa

y te mostraré el camino,

encenderé fuego y brasa

y te daré pan y vino.

Pero ¡a fe!, promete algo

y te tendré por hidalgo.

¡Buena mañana te vino!»

Yo, con miedo y arrecido,

le prometí un garnacha

y ofrecí, para el vestido,

un prendedor y una plancha.

Dijo: -«Yo doy más, amigo.

¡Anda acá, vente conmigo,

no tengas miedo a la escarcha!».

Cogióme fuerte la mano

y en su pescuezo la puso,

como algún zurrón liviano

llevóme la cuesta ayuso.

-«¡Desgraciado!, no te espantes,

que bien te daré que yantes

como es en la tierra uso.»

Me hizo entrar mucha aína

en su venta, con enhoto;

y me dio hoguera de encina,

mucho conejo de Soto,

buenas perdices asadas,

hogazas mal amasadas

y buena carne de choto.

De vino bueno un cuartero,

manteca de vacas, mucha,

mucho queso de ahumadero,

leche, natas y una trucha;

después me dijo: -«¡Hadeduro!,

comamos de este pan duro,

luego haremos una lucha.»

Cuando el tiempo fue pasando,

fuime desentumeciendo;

como me iba calentando

así me iba sonriendo.

Observóme la pastora;

dijo: –«Compañero, ahora

creo que voy entendiendo».

La vaqueriza, traviesa,

dijo: «Luchemos -un rato,

levántate ya, de priesa;

quítate de encima el hato» .

Por la muñeca me priso,

tuve que hacer cuanto quiso,

¡creo que me fue barato!

ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).