Francisco Cabarrús. Obra de Goya

Francisco Cabarrús. Obra de Goya

Del Guadarrama al Atlántico, el Canal de Cabarrús y el Pontón de la Oliva. Levantarse una mañana y que al político de turno le apetezca hacer una obra magna con la que pasar a la historia no es algo nuevo. Si construir aeropuertos en capitales que no los necesitan nos parece una frivolidad,  la idea discurrida, a finales del s.XVIII, puede parecernos estratosférica: unir el río Guadarrama con el río Guadalquivir y conseguir un canal navegable entre Madrid y el Océano Atlántico. La diferencia principal de este ambicioso proyecto, respecto a otros más modernos y a veces más estrambóticos, es que el canal navegable se iba a financiar con dinero privado.

Todo surge de la mente de Antonio Ulloa (1716-1795), marino y científico polifacético que no dejó nunca de darle vueltas a la cabeza. Introdujo los principios de la electricidad en España, mejoró las imprentas, papeles y tintas, así como la industria textil con innovaciones en los telares, y también estudió las posibilidades del caucho.

Respecto a la construcción de un gran canal navegable, cabe decir que ya había realizado el proyecto del Canal de Castilla, encargado por el Marqués de la Ensenada, así que en el fondo, su pretensión no era tan descabellada.

Con la colaboración del ingeniero francés Carlos Lemaur, que nunca confió en poder salvar todas las dificultades técnicas del proyecto, Antonio Ulloa elaboró el llamado Proyecto General de Canales de Navegación y Riego para los Reinos de Castilla y León. Se trataba de construir un canal navegable de nada menos que 771 Km, que pasaría por Aranjuez y cruzaría La Mancha, abasteciéndose de aguas de los ríos Cigüela, Záncara y Guadiana. Tras cruzar Despeñaperros a la altura de Almuradiel y siguiendo el curso de diferentes ríos menores y arroyos, se uniría con el Guadalquivir para continuar por Córdoba y Sevilla. Desde Sevilla al Atlántico solo era cuestión de aprovechar la navegabilidad del Guadalquivir hasta la desembocadura. Con esta obra se pretendía facilitar el tráfico mercantil entre el mar y Castilla, ahorrando tiempo y costes.

Por entonces, los banqueros, más atentos a la inversión que a la especulación, prestaron atención al proyecto, en concreto lo hizo Francisco Cabarrús, director del Banco de San Carlos. El banco de Cabarrús financiaría la construcción, por lo que Carlos Lemaur se puso manos a la obra. Sin embargo, lamentablemente falleció unos días antes de entregar el proyecto que sus hijos continuaron.

Las obras se iniciaron tomando como punto de partida la llamada Presa de El Gasco, situada entre Torrelodones, Galapagar y Las Rozas, municipios todos ellos madrileños. Se construyó a 750 metros sobre el nivel del mar. Medía 160 metros de largo por 54 de altura y 31 de ancho, y llegaron a realizarse 26 Km de canal, empleando para ello, como mano de obra, a presos comunes de la época. Una tormenta, la víspera de San Isidro del año 1787 derribó pare del muro de la presa. Los costes y las sospechas que Carlos Lemaur tuvo respecto a la dudosa viabilidad del proyecto, se pusieron de manifiesto y, finalmente, la magnífica obra se paralizó. Madrid siguió sin mar y sin playa.

Pero la historia de canales y embalses inacabados no termina aquí. De la mano del propio Cabarrús, que además de banquero y rico, era un hombre con inquietudes y amante de las obras hidráulicas, se construyó el Canal que lleva su nombre, el canal de Cabarrús, que unía las cuencas del Lozoya y el Jarama, a través de los municipios de Torremocha del Jarama, Torrelaguna y Patones. Con sus 12 Km de longitud construidos entre 1775 y 1799, acabó siendo una obra inservible. Su finalidad era el riego de las fértiles tierras de la comarca de Torrelaguna, pero nunca llegó a ser realmente útil porque el secano ganó la partida al  regadío propuesto por Cabarrús. Estuvo en funcionamiento hasta el año 1822, luego quedó abandonado hasta que en 1880 lo compró el Canal de Isabel II que, en la actualidad, sigue siendo el propietario.

Para terminar la historia de las obras hidráulicas que pudieron ser y no fueron, es imprescindible hacer mención al embalse del Pontón de la Oliva. En este caso se trataba de dar abastecimiento de agua a la capital. La urgente necesidad de llevar agua a  la villa y corte se afrontó con demasiada precipitación. En marzo de 1848, el Ministro de Comercio, Instrucción y Obras Públicas Juan Bravo Murillo decidió actuar, proponiendo una serie de obras que permitieran la captación de aguas de los ríos serranos. En diciembre de ese mismo año, los ingenieros ya tenían proyectada la obra en el denominado Cerro de la Oliva, una garganta situada a escasos metros del punto en que el río Lozoya vierte sus aguas en el Jarama, en el extremo oriental de la Comunidad de Madrid, límite geográfico entre la actual Comunidad de Madrid y la provincia de Guadalajara.

Una obra que contó con 1.500 presos, además de trabajadores libres contratados, que sufrieron en plena obra una epidemia de cólera, y que sin saberlo, estaban dejando su salud y su vida construyendo una presa en el lugar de Madrid donde más filtraciones de agua pueden producirse, ya que todo ese terreno es calizo, de naturaleza kárstica. Con la de granito que hay por toda la sierra, mira por donde se eligió un terreno que “chupa” el agua y la hace desaparecer. Por supuesto, la vida del embalse, cuya obra se mantiene en perfecto estado para contemplación de quien quiera verlo, fue corta. Las necesidades seguían creciendo y hubo que iniciar nuevos proyectos que finalmente cuajaron en lo que hoy es el Canal de Isabel II, con su red de embalses y de canalizaciones que forman un colosal entramado para dar agua a la siempre sedienta capital. © ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS.(SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).

Pontón de la Oliva

Pontón de la Oliva