Joaquín María de Castellarnau y Lleopart, ilustre catalán guadarramista. Hace ya mucho más de un siglo que existió una élite de pensadores y políticos de verdadera altura. Hombres y mujeres, estas últimas en la forzosa sombra de rancias costumbres, que destacaban por su inteligencia e inquietudes intelectuales.

Hace ya mucho tiempo que un político, incluso un presidente del gobierno, tenía entre sus aficiones la de traducir libros o alejarse del mundanal ruido, para contemplar en un paraje solitario de la sierra el espectáculo que la naturaleza le presentaba delante de sus ojos.

Hace mucho tiempo que los profesionales de la abogacía, la ingeniería, la biología o la empresa vivían apasionadamente su profesión, poniendo por delante de la inmediatez del beneficio el sentido último de aquello que habían estudiado, de aquello a lo que habían consagrado su vida, por encima de los intereses económicos de las empresas o gobiernos a los que servían.

Joaquín María de Castellarnau y Lleopart.

Joaquín María de Castellarnau y Lleopart.

Uno de aquellos hombres de hace mucho tiempo era Don Joaquín María de Castellarnau y Lleopart, nacido en Tarragona en 1848, ingeniero de Montes vinculado a Segovia y al pinar de los Montes de Valsaín. Formó parte de la Comisión para el Servicio del Pinar de Valsaín, pero su vocación conservacionista y naturalista chocaba de lleno con los intereses de quienes querían convertir el pinar en una explotación maderera sin más.

La crítica de Castellarnau al afán talador y mercantilista tiene en estas palabras suyas el mejor ejemplo: “… los árboles viejos se cortan porque son viejos; los árboles que han alcanzado su máximo crecimiento se cortan porque han llegado a la edad; los árboles más jóvenes se cortan porque estorban a los mayores; en las pimpolladas se corta porque es preciso aclararlas; se cortan los puntisecos porque sí; se cortan los árboles que se mueren porque no sirven para nada; se cortan los chamosos porque están chamosos; se cortan los que están malos porque no se acaban de morir; se cortan los árboles sanos para que no se pongan enfermos; y para evitar trabajo, las nieves y los vientos tronchan, arrancan, quiebran y descuajan anualmente una cantidad no despreciable, que se aprovecha también…”

A propósito de estas palabras, cabe reflexionar que hace mucho tiempo que dirigentes políticos o personajes de la Administración no son capaces de hilar pensamientos de más de 30 caracteres, ni frases tan bien construidas gramaticalmente.

Castellarnau tampoco podía comprender como se construía un gran aserradero de vapor en Valsaín al mismo tiempo que se acababa de invertir en modernizar la población adecuando viviendas para pequeños trabajadores del monte, que trabajarían la madera de esa forma que ahora llamamos “sostenible”. Y entonces, como pasa ahora -eso sigue siendo igual- ocurría aquello de “quien se mueve no sale en la foto”, y así, Castellarnau quedó al margen, como esos altos cargos de la Administración a los que no se puede echar pero quedan arrinconados y desprovistos de funciones. Esta situación le permitió dedicarse a conocer la Sierra de Guadarrama y a ahondar en sus estudios de botánica, óptica y microscopía, materias sobre las que llevó a acabo importantes trabajos. En el ámbito académico sí pudo hacer carrera, y en 1911 se convirtió en Director de la Escuela de Ingenieros de Montes. En 1934 obtuvo el máximo galardón de la Academia de Ciencias, la medalla Echegaray.

Castellarnau falleció en Segovia el 23 de julio de 1943 y puede ser considerado uno de los primeros y auténticos ecologistas. Pero hace ya mucho tiempo, también había como ahora, quienes no eran capaces de comprender que las convicciones personales y la honestidad están por encima del dinero y del prestigio profesional, y es por eso que decían de Don Joaquin María de Castellarnau que “ había equivocado su carrera”.

Entre las obras de este ilustre catalán guadarramista figuran: “Estudio ornitológico del Real Sitio de san Ildefonso” 1877; “Estudio micrográfico del tallo del pinsapo” 1880; “Estudio micrográfico del sistema leñoso de las coníferas españolas” 1883; “El pinar de Valsaín, algunas consideraciones sobre su tratamiento y administración”; “Guía y descripción del Real Sitio de San Ildefonso”; “Recuerdos de mi vida” 1942 y diferentes conferencias y artículos científicos, la mayoría de ellos en Revistas y Boletines científicos de la época. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).