Dorcus parallelipipedus, ciervo volante menor, es el nombre de este coleóptero perteneciente a la familia de los lucánidos -Lucanidae- a la cual pertenece el más famoso de ellos, Lucanus cervus o ciervo volante.
Mide unos 3 cm de longitud y destaca su robusta cabeza terminada en unas potentes mandíbulas, más grandes en los machos.
Las hembras depositan sus huevos en madera muerta o en las heridas de los árboles. Las larvas tardan varios años en desarrollarse, ya que se desarrollan lentamente en el interior del árbol alimentándose de madera hasta alcanzar la madurez, momento en el que salen al exterior para reproducirse. Los adultos no se alimentan, o lo hacen muy ligeramente ingiriendo la savia azucarada que desprenden los árboles por sus heridas. A pesar del aspecto de sus mandíbulas, son completamente inofensivos, entre otras razones porque éstas están atrofiadas. En caso de verse en peligro se dejan caer desde los troncos de los árboles para confundirse entre a hojarasca. Aunque son buenos voladores, evitan el desgaste que les supone volar, por lo que la ocultación es su técnica defensiva habitual. No obstante, al atardecer y atraídos por la luz de las farolas, podemos tener la sorpresa de encontrar algún ejemplar en las zonas urbanas próximas a sus hábitats.
Suelen encontrarse en árboles de hoja caduca, encinas, robles, alcornoques, hayas y fresnos. Las zonas en las que la humedad permite la descomposición fácil de la madera son las más propicias para estos espectaculares animales.
Dorcus parallelipipedus, ciervo volante menor, se distribuye por toda la Península Ibérica, incluida la Sierra de Guadarrama, preferentemente en valles y bosques de galería donde crezcan los árboles que necesitan para subsistir. Lo podemos encontrar, aunque no es fácil de ver, en primavera y verano. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS