Graells, Curicus y Actias isabellae. Un entomólogo, un perro y la más bella mariposa. Allá por la primavera de 1849 paseaba Don Mariano por los bosques de Peguerinos (Ávila) en los límites con San Lorenzo del Escorial (Madrid), en plena Sierra de Guadarrama cuando su perro, de nombre “Curicus”, se quedó inmóvil mirando un extraño ser que reposaba sobre un tronco de pino caido; “…así cogí por primera vez a la Saturnia isabellae…”, contaba Don Mariano de la Paz Graells.
El descubrimiento de este riojano, guadarramista, catedrático de Zoología y director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, causó sensación en la época. Se trataba de una hembra y transcurrieron más de cuatro años hasta que el propio Graells localizó a un macho de la especie.
Pero las dudas y las críticas de entomólogos contemporáneos y posteriores, empañaron el descubrimiento. Se le reprochaba no haber invitado a sus colegas a sesiones de búsqueda de la especie, no haberles regalado ejemplares, no haber descrito con exactitud el lugar del encuentro, en definitiva, se dudaba de su hallazgo.
Recelos y odios entre colegas, envidias ante el descubrimiento de la mariposa más hermosa del hemisferio norte, nocturna para más señas -una polilla que diríamos despectivamente-, pero una polilla grande, de hasta diez centímetros y de colores maravillosos. En latín la describía su descubridor como “… Saturnia isabelae alis patentibus, anticis rotundis, posticis caudatis, omnibus viridibus… basi lanuginosis marginibus nervisque purpureo ferrugineis…”
Las pasiones que desató el lepidóptero llegaron al extremo de querer nacionalizarlo. Tanto fue así que en 1922 el entomólogo frances Oberthür dijo haber descubierto una subespecie en el Departamento de Hautes-Alpes, a la que llamó Graellsia galliaegloria o lo que es lo mismo Graellsia “gloria de Francia”. Al final resultó ser la misma especie descubierta por Graells.
También se dijo que la mariposa francesa era descendiente de ejemplares españoles que se habían llevado hasta Francia. En suma, una sucesión de disparates patrióticos a los que por suerte son ajenos los lepidópteros, y que para no ser menos siguió en su momento el propio descubridor poniendo a la mariposa por nombre el de la reina vigente Isabel II, Saturnia isabelae. Posteriormente, para no dejar sin mérito al propio Graells, la mariposa pasó a denominarse Graellsia isabelae, y actualmente Actias isabellae. Es decir, que perdura el nombre de la reina pero no el del entomólogo, aunque a decir verdad “Actias curicusae” por hacer honor al perro de Don Mariano “Curicus” hubiera sido más justo. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, PODRÁS DISFRUTAR DE MUCHOS MÁS CON AMPLIOS CONTENIDOS EN NUESTRO LIBRO “101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE LA SIERRA DE GUADARRAMA QUE NO TE PUEDES PERDER”).