De profesión, resinero. La extracción de resina va asociada a la propia existencia del ser humano. Por su condición de impermeabilizante, la construcción de embarcaciones no puede entenderse sin el uso de la resina y la pez –sustancia producto de la cocción de la resina-. Las viviendas construidas con madera se aislaban del agua por medio de la resina. La iluminación artificial tiene su origen en las antorchas y teas que se servían de resina como combustible. Incluso las contiendas bélicas encontraron en la resina un medio implacable de ataque y defensa. La resina y la pez ardiendo en forma de bolas de fuego, teas incendiarias o ánforas lanzadas en catapultas, fueron en su momento las armas más eficaces y devastadoras.
Después, ha sido fundamental en la industria química. La trementina, el aguarrás, los perfumes, pinturas, barnices, adhesivos y una innumerable serie de productos tienen su fundamento en esta sustancia extraída principalmente del pino.
La importancia de la resina va unida a la importancia del oficio de resinero. Muchas personas, pueblos y mancomunidades de pueblos de la Península Ibérica, especialmente de la zona central, han crecido y vivido gracias este producto natural. La decadencia del oficio vino asociada a la importación de resinas más baratas de otras zonas del mundo, y a la creación de resinas sintéticas.
La labor del resinero se iniciaba en los meses de primavera, cuando los pinos, como el resto de la vegetación, se encuentran en período de actividad y la savia fluye por los troncos. Terminaba cuando el otoño inducía en el árbol el descanso vegetativo que se prolongaba hasta la siguiente primavera. Cada resinero explotaba una “mata” o grupo de pinos formado por unos 4.000 o 5.000 ejemplares. Las matas se asignaban por sorteo, y suponían trabajo fijo durante los cinco años siguientes, que eran los que duraba la explotación.
Inicialmente, el método de extracción de resina era algo tosco. El resinero practicaba diferentes cortes en el tronco del pino para que la resina fluyera en abundancia. En el suelo se hacía un agujero que se forraba con hojas y musgo, y simplemente se esperaba a que se llenara con la resina que escurría desde el tronco. La resina se recogía desde el agujero con una pala y se vertía en cubos de lata o madera. El contenido de los cubos se trasladaba hasta unas grandes tinajas llamadas pegueras o alquitaras Esta operación se llevaba a cabo cuatro o cinco veces por temporada, practicando los cortes cada vez más arriba del árbol que acababa muriendo por el exceso de cortes y sobreexplotación. Además, la resina recogida estaba impregnada de tierra, hojas y suciedad, y gran parte de ella se perdía filtrada entre las paredes del agujero o se resecaba y evaporaba en el largo trayecto que recorría desde las incisiones hasta el suelo.
Para paliar estos defectos, y fundamentalmente evitar el deterioro de los pinares, se impuso el denominado método Hugues empleado en Francia. Los cortes se practicaban usando un método menos dañino, situando justo debajo de ellos una vasija en la que se precipitaba la resina a través de una chapa cóncava dispuesta entre el corte y la vasija. Este método, denominado “aprovechamiento a vida” era la contraposición al tradicional, llamado “aprovechamiento a muerte”. No solamente permitía obtener más beneficios, ya que se aprovechaba con limpieza toda la resina extraída, sino que aumentaba la vida del pinar. Sin embargo, a nuestros resineros les costó adaptarse al sistema, prefiriendo el viejo “aprovechamiento a muerte” hasta que la diferencia de ingresos económicos les convenció de usar el método Hugues.
A mediados del s. XX se estableció un nuevo sistema llamado “de pica de corteza con estimulantes” en el que se usaba ácido sulfúrico –líquido o en pasta- para estimular el sangrado del árbol. Con este método no era necesario hacer incisiones tan profundas, se necesitaba menos esfuerzo físico y se aminoraba el deterioro del tronco, que podía ser talado y usado como madera.
La resina extraída en los pinares españoles tenía como destino final la destilación y obtención de aguarrás y colofonia. El aguarrás es un conocido producto usado, entre otras cosas, como disolvente de pinturas. La colofonia, llamada Pez de Castilla, es una pasta endurecida, de color ambarino, que se emplea en multitud de productos que van desde la goma de mascar al polvo que emplean los escaladores para conseguir mayor adherencia, pasando por lacas, pegamentos, barnices, aislantes, etc.
Un áspero trabajo el de los resineros, que pasaban jornadas enteras en el monte, si es que no pernoctaban en el mismo durante la temporada de resinación. A los peligros propios de la profesión, donde no eran extraños cortes y caídas, se unía la temible procesionaria del pino, aunque por fortuna el pino resinero Pinus pinaster, que ha sido la especie predilecta para la resinación, no es la más suculenta para este lepidóptero. ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MÁS OFICIOS DE LA NATURALEZA EN NUESTRO LIBRO “LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS”, EN EL QUE SE RECOGEN Y DESCRIBEN AMPLIAMENTE MÁS DE 100 ANTIGUOS OFICIOS, ALGUNOS HOY RECUPERADOS, EN LOS QUE HOMBRES, MUJERES Y NATURALEZA SON PROTAGONISTAS).
El pino laricio Pinus nigra, el pino carrasco Pinus halepensis y el pino resinero Pinus pinaster son las especies resineras por excelencia, fundamentalmente la última.