El general que se alió con las arañas. Al comenzar el invierno de 1794, Quatremère Disjonval, un francés que había nacido cuarenta años atrás en París, se encontraba recluido en la prisión de Utrecht.
Hombre de naturaleza curiosa, -no había palillo que no tocara-, escribía obras de física y química, era miembro de la Academia de Ciencias de París, había regentado una fábrica de tintes y estampaciones en Sedán, y no desdeñaba meterse en política, motivo este último por el que los orangistas de los Países Bajos lo mantenían encarcelado. Corrían tiempos revolucionarios en Francia y los monárquicos de toda Europa tenían sus más y su menos con la República Francesa, que acababa de rebanarle la cabeza a Luis XVI y a su esposa María Antonieta.
Allí, en los Países Bajos, los orangistas, partidarios de Guillermo V de Orange, estaban enfrentados a los denominados patriotas, afines a las ideas ilustradas y revolucionarias francesas, que esperaban como agua de mayo que la República les echara una mano para hacerse con el control de la situación.
También esperaba a sus compatriotas nuestro amigo Disjonval, que mataba el rato observando la multitud de telas de araña con sus correspondientes propietarias que se amontonaban en los techos de su celda. Con tanto tiempo y con una personalidad algo obsesiva, por lo que se deduce de su comportamiento, llegó a elaborar una perfecta teoría sobre los cambios meteorológicos, basándose en la consistencia de las telas y en el comportamiento de las arañas. Tanto es así, que se hizo famoso en la prisión y fuera de ella por lo acertado de sus pronósticos.
Y como el saber no ocupa lugar y la paciencia es la madre de la ciencia, a Quatremère Disjonval le llegó el momento de sacar partido a los más de dos años que había dedicado a observar arácnidos.
En el frío invierno de 1794 las tropas francesas del General Jean Charles Pichegru se encuentran en los Países Bajos. Disjonval había hecho su previsión. Auguraba un riguroso invierno, que en diciembre convertiría en hielo los ríos y canales. Esta información, gracias a cierta permisividad de los carceleros, llegó al general Pichegru.
Efectivamente, en diciembre de 1794, el ejército francés cruzó sin dificultad a pie sobre las aguas heladas del río Waal. El 15 de enero, las tropas entraron en Utrecht y pudieron liberar a Disjonval. Sin embargo, un repentino aumento de las temperaturas hizo temer por la vida de los soldados franceses que seguían cruzando por aquellos ríos y canales aún helados. Pichegru solicitó al meteorólogo aracnólogo nueva información sobre el tiempo previsto para los días siguientes, y éste le aseguró que un nuevo temporal de frío se avecinaba, por lo que las aguas seguirían convertidas en hielo.
A juicio de los oficiales galos, fiarse de las arañas no parecía aconsejable, pero Pichegru hizo caso a los pronósticos, y con temperaturas de -17Cº los franceses derrotaron a la escuadra holandesa, bloqueada por los hielos y sin posibilidad de maniobra, hasta el punto de que los abordajes a las embarcaciones fueron hechos por la caballería francesa cabalgando sobre las congeladas aguas.
Como resultado, los patriotas vencieron a los orangistas y se hicieron con el control de las denominadas Provincias Unidas que desde 1579 conformaban las siete provincias del norte: Utrecht, Zelanda, Overijssel, Güeldres, Holanda, Groninga y Frisia. Guillermo se vio obligado a refugiarse en Gran Bretaña, y al acontecimiento se bautizó como Revolución Bátava -los revolucionarios de los Países Bajos eran conocidos como bátavos. Los bátavos eran un pueblo germánico que ocupaba la región de Batavia, situada a orillas del Waal, un río que es un brazo del Rin. A ellos se refiere Tácito y Julio César en sus conocidas Guerras de las Galias-.
Por supuesto, los franceses no hicieron la campaña a cambio de nada. La República Bátava quedó sometida a Francia, que nunca permitió la formación de un verdadero estado. Los avatares de esta república terminaron en 1805 cuando Napoleón la disolvió creando el Reino de Holanda, un nuevo reino donde colocar a uno de sus hermanos, en este caso, Luis Napoleón Bonaparte.
Los animales y la meteorología
La predicción del tiempo meteorológico, a través de los animales y plantas es algo tan antiguo como la humanidad. Es cierto que hay muchas teorías sin ningún tipo de justificación científica, como ese famoso día norteamericano de la marmota que se ha convertido en un acontecimiento festivo sin más. Sin embargo, hay algunos comportamientos animales de los que se derivan predicciones meteorológicas que sí tienen fundamento para la ciencia.
Parece comprobado que el tiempo empeorará en tierra si las golondrinas vuelan bajo, y lo hará en el mar si las gaviotas vuelan alto, dirigiéndose desde el mar hacia tierra. Que habrá tormenta si las ocas muestran agitación y baten las alas, o si las hormigas se alborotan y pierden su habitual orden.
Por supuesto, no podemos dejar de referirnos al grajo, todo un clásico; “Cuando el grajo vuela bajo hace un frío del carajo”, afirmación que se completa con otras rimas similares “si vuela rasante, hace un frío acojonante”, y “si se posa en los balcones…”. Superado el dudoso gusto de las expresiones, se puede decir que ello es totalmente cierto, aunque, en este caso, más que un pronóstico es una constatación. Ocurre que las bajas presiones que traen lluvias y tiempo desapacible impiden que el aire caliente sea aprovechado por las aves para ascender y dejarse llevar con facilidad, por lo que su vuelo necesita más esfuerzo y lo hacen a menor altura que cuando el tiempo es cálido y anticiclónico.
Pero, sin duda, las arañas son especialmente sensibles a los cambios en el tiempo meteorológico. Si rompen sus redes o las abandonan es muy probable que haya fuerte viento o tempestad, aunque a veces las tensan o la construyen más cortas para evitar que se rompan. Si se esconden temporalmente alejándose de ellas, la tormenta puede estar cerca. Si salen de sus rincones hacia lugares iluminados hará buen tiempo, lo mismo que si las tejen al atardecer; y si las temperaturas van a bajar bruscamente desaparecen buscando rincones y refugios donde ocultarse. ©ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO/Extracto del libro EL GENERAL QUE SE ALIÓ CON LAS ARAÑAS. TORMENTAS, VOLCANES, PANDEMIAS Y OTROS FENÓMENOS NATURALES QUE CAMBIARON LA HISTORIA