¿Quiere vivir mucho tiempo? Hágase papa. Malaria, difteria, viruela, neumonía, polio, disentería… y la temible peste bubónica. Nulos conocimientos de medicina, y menos inclinación aún hacia la higiene. Así fue Europa hasta el siglo XIX, e Italia, sede de los papas, no era una excepción. Y sin embargo, los pontífices escaparon a la baja esperanza de vida común a sus contemporáneos. Si hacemos la media de los registros de edad verdaderamente fiables, los que van del siglo XVI a nuestros días, comprobamos que vivieron hasta una media de 78 años. Longevidad que puede llevar a error, porque nada tuvo que ver con sus condiciones de salud. Gregorio el Magno pasó los últimos once meses de su vida sin levantarse de la cama, debido a la gota. A Sisino tuvieron que darle de comer desde el primer día en que se sentó en el trono de San Pedro. Tenía tan deformadas las manos por la acumulación de ácido úrico que ya no podía utilizarlas.
En realidad, hay una razón clara para que los papas llegaran a ser tan viejos, y para que la mayoría padecieran enfermedades geriátricas. Y ello está relacionado con la decisión de Esteban III, que en el siglo VIII decidió que los pontífices debían ser elegidos, únicamente, entre los cardenales. La medida era un intento de que ningún rey interfiriera en la Iglesia. En aquel entonces, estos miembros del alto clero residían sólo en Roma, gestionando el inmenso patrimonio asociado a las iglesias de la ciudad: tesoros en oro, plata y piedras preciosas, propiedades inmobiliarias, donaciones, impuestos e inmensos latifundios. Ello les convertía en los más interesados en proteger los intereses romanos, especialmente de la ambición de los reyes extranjeros. Es tanto como decir que eran los candidatos idóneos para ser papas. Naturalmente, no era fácil para quien se iniciaba como simple sacerdote en un templo romano, llegar al puesto de máxima responsabilidad, el de cardenal. Había que pasar por todos los rangos y, sobre todo, vivir lo suficiente como para ello. Rara vez los cardenales eran más jóvenes de 55 años. Y si lo eran, se les descartaba como candidatos al trono de la Iglesia.
La costumbre no escrita de elegir por papa al cardenal de mayor edad o menor salud se inició, por tanto, en el siglo VIII, durante el papado de Esteban III. Y se ha respetado hasta nuestros días con pocas excepciones. Cuanto mayor sea un pontífice, antes morirá, dando mayor posibilidad de serlo al resto de cardenales. Por tanto, no es que los papas sean muy longevos. Es que nadie que no llegue a viejo tendrá demasiadas posibilidades de serlo. © MARTÍN SACRISTÁN TORDESILLAS, autor del libro SU SANTIDAD PECADORA. SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MUCHAS MÁS ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES SORPRENDENTES SOBRE LA HISTORIA DEL PAPADO EN SU LIBRO «SU SANTIDAD PECADORA. SECRETOS DE LOS PAPAS DE ROMA«