Sigue siendo un gran error atribuir a Inocencio III el origen de la Inquisición. En realidad, lo único que él hizo fue instituir algo que ya existía desde los orígenes de la Iglesia. Eso sí, estos tribunales, creados originariamente para reconducir interpretaciones desviadas de la doctrina, jamás habían dictado otra cosa que expulsar a sacerdotes u obispos, algo así como mandarlos al paro por poco ortodoxos.
El problema es que en pleno siglo XIII, el papa Inocencio tenía que solventar un problema político de envergadura. En el sur de Francia se había constituido un grupo de nobles independientes, que bajo un idioma propio, el occitano, -diferente de la lengua de oíl de la que proviene el francés-, pretendían independizarse de la corona francesa. Sus ciudades y fortalezas, junto a los territorios que dominaban, habían adoptado además el catarismo, una reforma de la Iglesia, con vuelta a la pobreza y la simplicidad, no muy distinta de la predicada, en la misma época, por San Francisco de Asís.
Pero una cosa era que ciertas sectas se opusieran al poder papal, y otra muy distinta que estuvieran camino de convertirse en un reino independiente. Inocencio III tenía que acabar con ellos a cualquier precio, y para conseguirlo necesitaba darle una excusa al rey francés. Al fin y al cabo eran cristianos, y no hubiera estado bien que el pontífice promoviera una guerra contra ellos. Fue entonces cuando recuperó un concepto durante largos siglos olvidados, el de hereje.
Los cátaros eran herejes y, por tanto, podía emprenderse una cruzada contra ellos. Era una idea muy original en aquella última etapa de la Edad Media porque las cruzadas sólo eran admisibles si se dirigían contra los infieles. Especialmente porque los cruzados estaban autorizados a esclavizar a la población, expoliarla y asesinarla o violarla sin cometer pecado. Fue por esta predicación de Inocencio por lo que la represión del catarismo acabaría por convertirse en un genocidio.
Su ejecutor fue el monje Arnoldo Almarico, nombrado inquisidor. Tuvo una duda moral momentánea: ¿cómo distinguiría a los cristianos ortodoxos de quienes no lo eran? Inocencio, en cambio, no dudó en su respuesta: «Mátalos a todos, que Dios en el cielo distinguirá a los suyos». La orden fue cumplida fielmente por Arnoldo. En el interior de la Iglesia de Beziers fueron degolladas 7.000 personas. Se habían refugiado allí para rezar, dirigidos por dos sacerdotes. Una vez eliminados, otros 13.000, incluyendo por igual hombres, mujeres y niños, fueron ejecutados sumariamente. Era la primera vez que algo así sucedía en la historia de Europa, porque las matanzas selectivas eran un método para aterrorizar a la población en las guerras, pero nunca para eliminarlas.
En esa ocasión, los Tribunales de la Inquisición quedaron disueltos, una vez eliminados los cátaros. Pero los papas no tardarían en hacerlos permanentes. Con un mandato escalofriante para sus obispos: tenían que buscar los herejes en sus diócesis y encontrarlos, porque en realidad los había siempre. Futura carne de hoguera. © MARTÍN SACRISTÁN TORDESILLAS, autor del libro SU SANTIDAD PECADORA. SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MUCHAS MÁS ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES SORPRENDENTES SOBRE LA HISTORIA DEL PAPADO EN SU LIBRO “SU SANTIDAD PECADORA. SECRETOS DE LOS PAPAS DE ROMA“