Chicharras, cigarras o cigarrilas, son insectos pertenecientes al orden de los hemípteros. Nada que ver -excepto que son insectos- con los saltamontes y los grillos, que forman parte del orden de los ortópteros. Lo que si tienen en común es su capacidad para emitir sonido, a veces ensordecedor, machacón y cansino, que en el caso de las chicharras es la confirmación, además, de estar en pleno verano y bajo un sol de justicia. Por si hiciera falta que nos lo recordaran. Una mala combinación, si añadimos la imagen que la fábula nos presenta de ellas, como seres poco trabajadores, que cantan en vez de trabajar, algo que suele traer malas consecuencias como ya se encargó de recordarle una hormiga rencorosa humanizada por Jean de La Fontaine, un francés con mentalidad algo alemana.
Las chicharras pertenecen a la familia de los cicadélidos, Cicadellidae, acogiendo especies de diferentes formas y tamaños. Algunas, de apenas unos milímetros, y tan raras como Centrotus cornutus con pinta de pequeño diablillo. Otras capaces de segregar una especie de espuma que adhieren a las plantas, y con la que se protegen del calor y los depredadores. De hecho, mucha gente se pregunta qué son esas espumas con aspecto de escupitajo que en primavera y verano se encuentran diseminadas entre las hierbas. Sus autores son hemípteros como Cercopis intermedia, unas coloristas cigarrilas espumadoras.
Las grandes, las que más ruido hacen, reposan en las ramas de árboles y arbustos, alimentándose de la savia de las plantas, como el resto de sus congéneres. El “canto” lo producen los machos con un aparato estridulatorio a base de membranas quitinosas y cavidades de aire que actúan como una caja de resonancia. Lo hacen para atraer a las hembras. Los animales nunca trabajan en balde.
Algunas especies de chicharras pasan desde 2 hasta 17 años de su vida enterradas en el suelo, alimentándose de la savia que chupan de las raíces de las plantas. Cuando alcanzan la madurez emergen para reproducirse. Así que no es de extrañar que cuando salen de su obligado exilio subterráneo les apetezca cantar. Un poco de paciencia con ellas. ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS