El Salón del Prado. Lugar de encuentro y de ocio, el que ahora conocemos como Paseo del Prado, tuvo los nombres de Prado de Atocha, Prado de los Jerónimos o Prado Viejo, nombre este último, que era común entre el pueblo. La reforma urbanística iniciada en tiempos de Carlos III tuvo como resultado la unificación de estos lugares de esparcimiento, configurando uno de los enclaves más bellos de Madrid, el Salón del Prado.
Durante el siglo XVI, los llamados Prado de San Jerónimo y de Atocha, extramuros de la ciudad, eran conocidos por el pueblo de Madrid con el nombre de Prado Viejo. Felipe II se encargó de reorganizarlos y adecuarlos para el recreo de los madrileños. El Prado Viejo era un lugar de esparcimiento, de merienda, de romería, de tertulias, de galanes y damas en busca de pareja. En aquel Madrid, donde la apariencia era tan importante, era enclave de cita obligada para ver y ser visto.
Durante el reinado de Carlos III, las reformas urbanas se plantearon en la periferia de la ciudad, incluyendo el Prado Viejo que, pese a ser un paseo muy popular, había ido cayendo en un estado de abandono y perdiendo su primitiva función de lugar de entretenimiento. Para cambiar la fisonomía de este espacio, Carlos III contó con la ayuda del conde Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea (1719-1798), que sería presidente del Consejo de Castilla tras el motín de Esquilache y luego Secretario de Estado de Carlos IV. El conde de Aranda fue el auténtico ideólogo de esta transformación urbanística. El Salón del Prado, como se llamó a esta gran reforma, cubrió el arroyo que lo cruzaba, el arroyo de Valnegral, convirtiendo esta zona en un paseo arbolado con jardines y fuentes. Los trabajos se iniciaron en 1763, y con ellos, se pretendió integrar en uno a todos los fragmentos dispersos del espacio de transición entre la ciudad y el conjunto palatino del Buen Retiro, mediante la creación de un espacio limitado y embellecido por fuentes y vías arboladas.
El Salón del Prado fue ordenado urbanísticamente por José de Hermosilla (1715-1776), uno de los arquitectos más importantes del siglo XVIII, a la altura de Sabatini (1722-1797), Juan de Villanueva (1739-1811) y Ventura Rodríguez (1717-1785). ©ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO. Extracto del libro 101 CURIOSIDADES DE LA HISTORIA DE MADRID