Historia de un rey francés y su mala suerte. Enrique II reinó en Francia entre 1547 y 1559. Disfrutaba de participar en torneos y justas con el peligro que ello entrañaba. En la celebración de la boda entre Felipe II e Isabel de Valois, su hija, tuvo lugar, entre otros festejos, un torneo. En él, como no podía ser de otro modo, participó Enrique II, que se enfrentó al conde de Montgomery.
El hecho no habría trascendido si no llega a ser por lo trágico del resultado. Al chocar ambos, la lanza del conde se partió con la mala fortuna de que una astilla penetró por el estrecho hueco del casco del rey, justo en el espacio abierto reservado para la visión. La astilla le entró en el cerebro, a través del ojo. Los médicos de la Corte francesa se afanaron tanto en el intento de curar a su rey que, incluso, comenzaron ensayos y experimentos, a toda prisa, en los que se utilizó a presos para reproducir la lesión del monarca. A buen seguro, ninguno voluntario. Su nuevo yerno, Felipe II, se apresuró a enviar a uno de sus médicos, el famoso anatomista Andrea Vesalio, pero al llegar, el rey había muerto tras una lenta agonía.
Lo truculento de la historia no acaba aquí porque aunque el rey exoneró de toda responsabilidad al conde, por lo que le había pasado, éste fue deportado al día siguiente de la muerte del rey, y su esposa y viuda, Catalina de Médici, lo persiguió de por vida. Fue apresado y decapitado en París en 1574, entre otras razones, además, por participar en la insurrección de Normandía. © ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO, autor del libro HISTORIA INSÓLITA. HECHOS HISTÓRICOS DISPARATADOS