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El oficio de peguero

Pino silvestre

Pino silvestre

El oficio de peguero. Una de las profesiones ya extinguidas es la de peguero, pezguero o pezero, como también se denominaba a este oficio.

Del mismo modo que los gabarreros sacaban partido al monte después de las cortas de los hacheros, los pegueros hacían lo propio con los restos de la resinación.

Su labor consistía en recoger los llamados “testellones”, o lo que es lo mismo, la resina mezclada con tierra, acículas, cortezas de los pinos, restos vegetales y broza que había sido derramada al suelo al recogerse, o simplemente no había caído dentro del pote o vasija.

Este trabajo oportunista con el que se ganaban la vida esforzados trabajadores del monte, consistía en elaborar con los residuos de la resinación la pez o “aceitinegro”, un alquitrán vegetal usado para impermeabilizar y aislar cueros, botas de vino, odres, embarcaciones y construcciones, y para marcar las reses sin causarles daños.

La faena se llevaba a cabo en pleno monte donde se procedía a construcción del horno o “pezguera”. Según se iba cociendo la resina, se extraía del fondo del pozo y se trasladaba a una olla donde se removía con un palo para hacerla líquida y evitar la formación de grumos. De la olla se pasaba el producto final, la “miera”, a los envases en los que iba a ser transportada y comercializada. La pez o miera derivada de la resina tenía un color negro y una consistencia viscosa.

Además de la resina, algunas plantas como la jara pringosa Cistus ladanifer o el enebro Juniperus oxycedrus también eran cocidos para obtener sus exudados o mieras. De la jara se conseguía el ládano, que además de un buen calmante para la tos, era ingrediente en la elaboración de perfumes. La miera del enebro constituía un remedio eficaz contra una enfermedad del ganado ovino llamada escabro o roña de las ovejas. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO Y QUIERES CONOCER MÁS SOBRE OTROS ANTIGUOS OFICIOS RELACIONADOS CON LA NATURALEZA, ACÉRCATE A NUESTRO LIBRO “LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS”.)

Pino silvestre. Tronco

Pino silvestre. Tronco

El oficio de calero

 

El oficio de calero. La obtención de la cal viva –óxido de calcio- necesita del calentamiento previo, a unos 900 grados, de la piedra caliza –carbonato de calcio-. Actualmente, esta transformación se consigue en hornos industriales, pero durante años, en las poblaciones en las que la piedra caliza era la base geológica de su suelo, se han utilizado los hornos de cal para la obtención de este preciado producto.

Las caleras u hornos de cal consistían en un pozo de unos cuatro metros de profundidad por tres de diámetro, con paredes recubiertas de arcilla para evitar la pérdida de temperatura.

Desde el interior de la estructura se iban disponiendo minuciosamente y por tamaños las piedras calizas previamente troceadas, hasta formar una bóveda exterior. En el centro quedaba el espacio necesario para instalar la leña que se prendería fuego para quemar la piedra. Por medio de un hueco en la base del horno, el calero iba avivando el fuego sin dejar que se apagase durante todo el proceso de cocción.

La lluvia podía arruinar todo el proceso, motivo por el que se elegían días de verano tranquilos y sin riesgo de precipitaciones para preparar y encender el horno. Durante las primeras horas de cocción, las piedras de cal iban desprendiendo su humedad, originando un humo blanco. A medida que la piedra se quemaba, el humo tornaba a un color más oscuro. Durante tres días y dos noches el horno permanecía encendido, continuamente alimentado con leña para evitar su enfriamiento. De tanto en tanto se extraía la ceniza de la leña quemada para dejar espacio a la nueva. El tercer día se dejaba de meter leña al horno, tapando la abertura casi completamente, y permitiendo así que se fuera apagando lentamente, pero con el suficiente tiro como para terminar la combustión.

Horno de cal/ Autor: Antoni Sureda

Horno de cal/ Autor: Antoni Sureda

La tarea no terminaba aquí, el horno permanecía enfriándose durante una semana. Transcurrida la misma, si la piedra se había cocido correctamente, lo normal es que la bóveda exterior se hundiera, producto de la conversión en cal de la piedra, ya carente de consistencia, lo que constituía una buena señal.

Enfriado el horno se empezaban a desmontar la piezas de piedra cocida, comenzando por arriba. El aspecto de la piedra resultante era quebradizo y ligero, tras su transformación en una piedra porosa y blanda que se desmoronaba con facilidad. La piedra caliza  se había convertido en cal.

Lo habitual es que no todas las piedras se hubieran cocido perfectamente, por eso el calero efectuaba una selección desechando las piedras mal cocidas. El aprovechamiento obtenido solía rondar el 60% de la piedra empleada. Una vez que la piedra quemada era machacada y molida se obtenía el producto final, la cal viva.

En 1824 se produjo una auténtica revolución al presentarse el cemento como nueva y eficaz sustancia conglomerante en la construcción. Hasta ese momento se había empleado la cal -que también forma parte del cemento-, mezclada con arena, como argamasa en las labores constructivas para dar solidez a los edificios. La cal se empleó para enriquecer el suelo agrícola, permitió el estucado y la pintura al fresco y enlució paredes, refrescando el interior de las viviendas al reflejar la luz del sol.  Por su poder cáustico sirvió como desinfectante, tanto en las paredes de las viviendas, como en los enterramientos de animales muertos y de los seres humanos víctimas de epidemias y guerras.

En nuestros días, los hornos de cal están abandonados o simplemente desaparecidos. Solamente quedan sus ruinas o su recuerdo en el nombre de los parajes en los que se asentaban. No es infrecuente encontrarnos a lo largo de la geografía con parajes denominados las caleras, calerizas o los calizos. La industria se ha hecho cargo, a gran escala, de lo que un día fue un medio de subsistencia para muchos habitantes de nuestros pueblos. ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS.

(SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO ENCONTRARÁS MÁS INFORMACIÓN DE OTROS INTERESANTES ANTIGUOS OFICIOS DE LA NATURALEZA EN NUESTRO LIBRO LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS).

El oficio de dulero

El dulero se ocupaba de caballos, asnos, mulas y animales de carga

El dulero se ocupaba de caballos, asnos, mulas y animales de carga

El oficio de dulero. No podemos definir mejor este oficio que haciendo una comparativa, tal vez impropia pero ajustada a la realidad, el dulero era para los animales de tiro y carga lo que una o un  “canguro” es para nuestros hijos.

El dulero recogía a los animales del pueblo y se los llevaba a pastar y disfrutar al monte sin perderlos de vista. A cambio de ello y, por supuesto, de su estipendio que solía ser en especie, los propietarios gozaban de un día de asueto en el que no estar pendientes de los animales, que como todo el mundo sabe, comen todos los días y necesitan atención a diario.

Por lo general se trataba de caballos, mulas y asnos, animales de carga y tiro que tenían como día de descanso el mismo que sus dueños. No en todas las épocas del año había días de asueto, en los momentos de máxima actividad agrícola no había descanso, ni para animal, ni para hombre.

El dulero prestaba sus servicios para todo el municipio. Para ello se efectuaba una llamada a toque de corneta y la gente del pueblo acudía para dejar sus animales en manos del dulero. Era lo que se llamaba “tocar a dula”.

De vuelta, el dulero entregaba a los animales en el municipio para ser recogidos por sus dueños, eso sí, ya venían alimentados del monte, lo que también suponía un ahorro para los propietarios. Por cierto, al parecer, los asnos eran los más traviesos de la “guardería”, capaces de alterar a los sobrios caballos y mulas y al propio dulero con sus continuos juegos y escarceos. ÁNGEL S. CRESPO  para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MÁS OFICIOS DE LA NATURALEZA EN NUESTRO LIBRO LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS, EN EL QUE SE RECOGEN Y DESCRIBEN AMPLIAMENTE MÁS DE 100 ANTIGUOS OFICIOS, ALGUNOS HOY RECUPERADOS, EN LOS QUE HOMBRES, MUJERES Y NATURALEZA SON PROTAGONISTAS).

LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS

LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS

El oficio de carbonero

Carbonera. Imagen escaneada del  Manuel de la métallurgie du Fer, Tome 1, par Adolf Ledebur.

Carbonera. Imagen escaneada del Manuel de la métallurgie du Fer, Tome 1, par Adolf Ledebur.

El oficio de carbonero es, de entre los relacionados con el monte y la madera, uno de los más extendidos por la península Ibérica. Desde Navarra a Andalucía, pasando por el centro de España, los distintos pueblos han usado la madera que la naturaleza les proporcionaba, en sus respectivas zonas, para elaborar carbón vegetal.

La campaña de los carboneros o fabriqueros, como se les denominaba en el centro peninsular, comenzaba, según las diferentes comarcas, en verano o finales de verano, y se podía prolongar durante el otoño y la estación invernal. Se organizaban en cuadrillas de cuatro o cinco hombres, en las que uno de ellos era el capataz, y vivían y dormían en el monte, en pequeñas chozas construidas manualmente, ya que el horno necesitaba estar continuamente vigilado. Antes de comenzar la elaboración artesanal del horno había que recolectar la madera. Primero se efectuaba la poda de las ramas, que luego eran troceadas, descartando en el proceso las más finas y endebles. En algunos lugares de España se talaban árboles enteros que a golpe de maza y cuña se convertían en trozos más pequeños.

Una vez recolectada y troceada la madera, el horno se empezaba a construir disponiendo los troncos y ramas más gruesas en la parte inferior y central alrededor de un eje, formando un círculo que se iba cerrando con ramas más pequeñas hacia la parte superior.  Previamente había que acondicionar y compactar el suelo para evitar cualquier entrada de aire que hiciera arder la leña, ya que lo que se perseguía era que la madera cociera, nunca que ardiera en llamas.

Finalizada la construcción del armazón se cubría todo con una capa de paja, que hacía las veces de aislante entre la madera y la tierra, elemento fundamental, este último, con el que finalmente se cubría todo el conjunto. El resultado era similar al de un gran cono o montículo, similar a un volcán,  con una abertura en la parte superior desde la que se podía observar la combustión y remover la madera si esta se apagaba, y que permitía la entrada justa de aire para conseguir que la madera cociera.

Durante unos 25 días la carbonera permanecía encendida. Los carboneros vigilaban día y noche que no se apagara, haciendo agujeros a lo largo de la estructura para que penetrara el aire y así pudiera “tirar” lo suficiente, o cerrándolos si el tiro era excesivo. Enfriaban la tierra con agua en los momentos oportunos y vigilaban el color del humo, aspecto que dominaban perfectamente para conocer lo que dentro de aquel ingenio se estaba “cociendo”.

El carbón obtenido equivalía a una quinta parte de la madera utilizada, o lo que es lo mismo, de cada cinco kilos de madera se conseguía un kilo de carbón. El destino final eran las grandes ciudades e incluso, en su momento histórico, los hornos siderúrgicos.

En su labor de vigilancia del horno, los carboneros subían a lo alto de la estructura usando una escalera de madera. Si por cualquier circunstancia el horno se desmoronaba o se abría un hueco en la construcción, la caída dentro del mismo equivalía a una muerte casi segura o a unas lesiones irreparables. (Si te ha gustado este artículo puedes disfrutar de más información sobre los carboneros y otros antiguos oficios en nuestro libro LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS ). ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS

El oficio de batanero

Antiguo batán en el pueblo de Aniezo (Cantabria). Foto de Jroblear. Creative Commons

Antiguo batán en el pueblo de Aniezo (Cantabria). Foto de Jroblear. Creative Commons

El oficio de batanero. Uno de esos oficios ligados con el medio natural que hoy en día nos suena muy antiguo era el de batanero.

Los bataneros eran los propietarios o encargados de manejar el batán, una máquina de madera que funcionaba como un molino de agua y permitía elevar y dejar caer unos grandes mazos de madera. Su finalidad era golpear el paño para compactarlo y acabar de limpiarlo.

Hay que tener en cuenta que la lana tejida manualmente no tenía la consistencia que hoy día proporcionan las modernas máquinas de tejer. La resistencia y firmeza del tejido de una manta o un paño dependía de esta tarea de abatanado en la que el agua era elemento motriz del batán y modelador del tejido. Además, la lana por muy lavada que estuviera, siempre seguía manteniendo restos de la grasa corpórea de la oveja, y esta tarea de golpeado en agua permitía eliminar la mayor parte de los residuos grasos y olores desagradables.

Los batanes se comenzaron a utilizar en España en el s.XII, aunque hay constancia de que ya en el s.V a.C existían en Grecia. Hasta que se instalaron los primeros batanes, los paños se abatanaban a base de pisoteo con zuecos de madera, algo mucho más trabajoso y con peores resultados.

Hoy día quedan ejemplos de estas máquinas de madera en algunos municipios españoles, obviamente en desuso, pero que muestran el último paso de la dura tarea que suponía domar la lana, y que comenzaba por el esquilado, seguía con el cardado, el hilado y el tejido hasta terminar bajo los mazos del batán.

Algunos parajes y poblaciones mantienen en sus nombres referencias al batán o los batanes. Un oficio para el recuerdo, el de batanero, de una época en la que el esfuerzo no tenía límite.ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS. Si queréis saber más cosas sobre este oficio y muchos otros que tenían a la naturaleza y sus medios como protagonistas, os recomendamos nuestro libro LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS, de venta en nuestra web o en librerías. 

LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS

LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS

Albéitar y herrador

Antiguo potro de herrar

Antiguo potro de herrar

Albéitar y herrador, antiguos oficios. Con este nombre tan extraño nos estamos refiriendo a un antiguo oficio similar en algunos aspectos al que actualmente desempeñan los veterinarios. Dicho todo ello con reservas, ya que los veterinarios actuales son titulados universitarios con una preparación científica que no tiene nada que ver con la de aquellos hombres.

Los pueblos árabes fueron quienes introdujeron el concepto, de hecho la palabra albéitar proviene del árabe al-béitar, que podemos traducir, precisamente, como veterinario.

El albéitar era un sabio herrador de caballos, que dada su especialización y  contacto con los equinos, conocía perfectamente su anatomía, carácter, necesidades y también debilidades. Pero claro, no todo herrador llegaba a adquirir tales conocimientos. Solamente los más preparados tenían la condición de albéitar, en concreto los maestros herradores que eran elegidos en una especie de concurso-oposición por otros abéitares o maestros herradores de reconocido prestigio. Fueron los Reyes Católicos, en el año 1500, quienes crearon esta especie de oposición. Y no es de extrañar, ya que el caballo no solamente era elemento indispensable en el trabajo agrícola, lo era también en la guerra.

Los albéitares, además de herrar convenientemente a los caballos, se ocupaban de sanar sus enfermedades, desparasitarlos, castrarlos e incluso practicarles pequeñas intervenciones quirúrgicas. No eran veterinarios al modo de los actuales, pero si constituían el selecto grupo profesional capaz de intervenir en la salud de los preciados equinos.

En el escalafón inferior al de albéitar se encontraban el herrador. Sin competencias veterinarias de prestigio reconocidas, su función era la de herrar a los animales de carga y tiro fabricando las herraduras en la fragua. A fuerza de roce con el ganado equino, el herrador también poseía algunos conocimientos sobre enfermedades y dolencias, lo que motivaba que los vecinos, por un módico precio, también le consultaran o le confiaran sus animales enfermos. ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS

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LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS

LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS

Los vigilantes del bosque. De las cenderas a los agentes forestales

 

Monumento a la Guardería Forestal. Mirador de los Robledos. Valle del Lozoya.

Monumento a la Guardería Forestal. Mirador de los Robledos. Valle del Lozoya.

Los vigilantes del bosque. Todos conocemos que la limpieza y conservación de los montes está atribuida, en la actualidad, a los agentes forestales o medioambientales, que podríamos decir que son los actuales vigilantes del bosque, pero no siempre ha sido así. Hasta finales del s. XIX eran los vecinos de los municipios del área de influencia del bosque los que cuidaban y limpiaban este espacio natural mediante las cenderas o hacenderas.

Los primeros datos de una regulación legal referente a la vigilancia forestal se remontan al s. XVII con Carlos II y sus ordenanzas promulgadas para la vigilancia de animales salvajes y masas boscosas, sin que ello supusiera crear un cuerpo específico. En 1748, Fernando VI nombró a los llamados Guardas de Campo y Monte, que tenían como finalidad evitar los incendios forestales –que por desgracia siempre ha habido-, y vigilar que el ganado no destruyera las plantaciones de repoblación. Carlos III, en 1762, dispuso una Real Orden por la que se creaba la Compañía de Fusileros Guardabosques Reales.

Hasta 1877, año en que se creó el cuerpo de Capataces de Cultivo, no podemos hablar de agentes forestales tal como ahora los conocemos. El capataz de cultivo tenía atribuidas dos funciones. Por un lado, actuaba como policía forestal, y por otro, desempeñaba el cargo de  auxiliar de ingeniería , algo así como ayudante de los  ingenieros de montes para las tareas accesorias y duras que los propios ingenieros no realizaban.

El Reglamento del Cuerpo de Guardería Forestal de 1907 supone el cambio de denominación de capataz de cultivo al de guarda forestal.

En 1941 se publica un nuevo reglamento, el del Cuerpo de Guardas Forestales del Estado, a la vez que se crea la Guardería del Patrimonio Forestal del Estado. En 1972 se constituye el conocido ICONA con la creación de la Escala de Guardas Forestales del ICONA –Instituto de Conservación de la Naturaleza-, que perdurará hasta que la Constitución de 1978 crea  las Comunidades Autónomas con competencias para crear sus propios cuerpos de agentes, algo que plasmarán en sus estatutos de autonomía.

Sin embargo, hasta que a finales del S.XIX no se creara de forma oficial una auténtica policía de montes que se ocupara de la vigilancia y limpieza de los parajes naturales, la actividad era realizada por los propios vecinos de los municipios del área de influencia del monte. Eran las llamadas cenderas o hacenderas, trabajos comunes y variados en beneficio de la colectividad municipal, que en el caso de los relativos al monte incluían su limpieza y desbroce, así como el acondicionamiento y reparación de caminos, usando para ello sus herramientas, sus propias fuerzas y las de sus animales. A la llamada del Ayuntamiento o de la Junta elegida al efecto, los vecinos se ponían manos a la obra para cuidar de sus montes comunes, en lo que llamaban “ir de cenderas”. A cambio de este esfuerzo, se repartían los beneficios que la explotación del bosque producía, algo muy común en tierras de pinares. Las cenderas o hacenderas se remontan a la Edad Media y, sin duda, implicaban a los vecinos, tanto en el trabajo como en el reparto de ciertos beneficios, algo muy recomendable para preservar los bosques y asegurar su buen estado de salud. ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO ENCONTRARÁS MÁS INFORMACIÓN DE OTROS INTERESANTES ANTIGUOS OFICIOS DE LA NATURALEZA EN NUESTRO LIBRO LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS).

De profesión, resinero

Pinus pinaster.

Pinus pinaster.

LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS

LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS

De profesión, resinero. La extracción de resina va asociada a la propia existencia del ser humano. Por su condición de impermeabilizante, la construcción de embarcaciones no puede entenderse sin el uso de la resina y la pez –sustancia producto de la cocción de la resina-. Las viviendas construidas con madera se aislaban del agua por medio de la resina. La iluminación artificial tiene su origen en las antorchas y teas que se servían de resina como combustible. Incluso las contiendas bélicas encontraron en la resina un medio implacable de ataque y defensa. La resina y la pez ardiendo en forma de bolas de fuego, teas incendiarias o ánforas lanzadas en catapultas, fueron en su momento las armas más eficaces y devastadoras.

Después, ha sido fundamental en la industria química. La trementina, el aguarrás, los perfumes, pinturas, barnices, adhesivos y una innumerable serie de productos tienen su fundamento en esta sustancia extraída principalmente del pino.

La importancia de la resina va unida a la importancia del oficio de resinero. Muchas personas, pueblos y mancomunidades de pueblos de la Península Ibérica, especialmente de la zona central, han crecido y vivido gracias este producto natural. La decadencia del oficio vino asociada a la importación de resinas más baratas de otras zonas del mundo, y a la creación de resinas sintéticas.

Tronco de pino silvestre Pinus sylvestre, albar o de Valsaín. No tiene aprovechamiento resinero. Como maderable es de los más apreciados.

Tronco de pino silvestre Pinus sylvestre, albar o de Valsaín. No tiene aprovechamiento resinero. Como maderable es de los más apreciados.

La labor del resinero se iniciaba en los meses de primavera, cuando los pinos, como el resto de la vegetación, se encuentran en período de actividad y la savia fluye por los troncos. Terminaba cuando el otoño inducía en el árbol el descanso vegetativo que se prolongaba hasta la siguiente primavera. Cada resinero explotaba una “mata” o grupo de pinos formado por unos 4.000 o 5.000 ejemplares. Las matas se asignaban por sorteo, y suponían trabajo fijo durante los cinco años siguientes, que eran los que duraba la explotación.

Inicialmente, el método de extracción de resina era algo tosco. El resinero practicaba diferentes cortes en el tronco del pino para que la resina fluyera en abundancia. En el suelo se hacía un agujero que se forraba con hojas y musgo, y simplemente se esperaba a que se llenara con la resina que escurría desde el tronco. La resina se recogía desde el agujero con una pala y se vertía en cubos de lata o madera. El contenido de  los cubos se trasladaba hasta unas grandes tinajas llamadas pegueras o alquitaras Esta operación se llevaba a cabo cuatro o cinco veces por temporada, practicando los cortes cada vez más arriba del árbol que acababa muriendo por el exceso de cortes y sobreexplotación. Además, la resina recogida estaba impregnada de tierra, hojas y suciedad, y gran parte de ella se perdía filtrada entre las paredes del agujero o se resecaba y evaporaba en el largo trayecto que recorría desde las incisiones hasta el suelo.

Para paliar estos defectos, y fundamentalmente evitar el deterioro de los pinares, se impuso el denominado método Hugues empleado en Francia. Los cortes se practicaban usando un método menos dañino, situando justo debajo de ellos una vasija en la que se precipitaba la resina a través de una chapa cóncava dispuesta entre el corte y la vasija. Este método, denominado “aprovechamiento a vida” era la contraposición al tradicional, llamado “aprovechamiento a muerte”. No solamente permitía obtener más beneficios, ya que se aprovechaba con limpieza toda la resina extraída, sino que aumentaba la vida del pinar. Sin embargo, a nuestros resineros les costó adaptarse al sistema, prefiriendo el viejo “aprovechamiento a muerte” hasta que la diferencia de ingresos económicos les convenció de usar el método Hugues.

A mediados del s. XX se estableció un nuevo sistema llamado “de pica de corteza con estimulantes” en el que se usaba ácido sulfúrico –líquido o en pasta- para estimular el sangrado del árbol. Con este método no era necesario hacer incisiones tan profundas, se necesitaba menos esfuerzo físico y se aminoraba el deterioro del tronco, que podía ser talado y usado como madera.

Pino resinero. Pinus pinaster.

Pino resinero. Pinus pinaster.

La resina extraída en los pinares españoles tenía como destino final la destilación y obtención de aguarrás y colofonia. El aguarrás es un conocido producto usado, entre otras cosas, como disolvente de pinturas. La colofonia, llamada Pez de Castilla, es una pasta endurecida, de color ambarino, que se emplea en multitud de productos que van desde la goma de mascar al polvo que emplean los escaladores para conseguir mayor adherencia, pasando por lacas, pegamentos, barnices, aislantes, etc.

Un áspero trabajo el de los resineros, que pasaban jornadas enteras en el monte, si es que no pernoctaban en el mismo durante la temporada de resinación. A los peligros propios de la profesión, donde no eran extraños cortes y caídas, se unía la temible procesionaria del pino, aunque por fortuna el pino resinero Pinus pinaster, que ha sido la especie predilecta para la resinación, no es la más suculenta para este lepidóptero. ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MÁS OFICIOS DE LA NATURALEZA EN NUESTRO LIBRO “LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS”, EN EL QUE SE RECOGEN Y DESCRIBEN AMPLIAMENTE MÁS DE 100 ANTIGUOS OFICIOS, ALGUNOS HOY RECUPERADOS, EN LOS QUE HOMBRES, MUJERES Y NATURALEZA SON PROTAGONISTAS).

.El pino laricio Pinus nigra, el pino carrasco Pinus halepensis y el pino resinero Pinus pinaster son las especies resineras por excelencia, fundamentalmente la última.

El pino laricio Pinus nigra, el pino carrasco Pinus halepensis y el pino resinero Pinus pinaster son las especies resineras por excelencia, fundamentalmente la última.

De profesión, gabarrero

El duro y heróico trabajo de los gabarreros de Valsaín trasciende hasta nuestros días.

El duro y heróico trabajo de los gabarreros de Valsaín trasciende hasta nuestros días.

Si hablamos de profesiones duras donde las haya, basta con recordar cualquiera de las que llevaron a cabo  nuestros antepasados de una o dos generaciones atrás. La de gabarrero es, sin duda, una de ellas.

Aunque la palabra “gabarrero” se considera autóctona de la Sierra de Guadarrama, lo cierto es que el término  “gabarra”  se refiere a una embarcación pequeña y chata utilizada para la carga y descarga en los puertos.  Haciendo un ejercicio de imaginación, la gabarra se transforma en el centro de la Península en un equino o en un carro tirado por bueyes. Es así como le encontramos más sentido al origen de la palabra que define a este oficio.

Hoy en día esta profesión ya sólo figura como reivindicación en las fiestas de algunos pueblos de la Sierra de Guadarrama, especialmente en la vertiente segoviana, y con mayor renombre en la localidad de El Espinar.

También conocidos como jornaleros del monte, el gabarrero se encargaba de limpiar el bosque de ramas secas, árboles caídos, troncos muertos, etc. Se trataba de un trabajo muy duro que permitía el aprovechamiento de la madera para usarla como leña, a cambio de muy poco dinero.  Transportaban la madera con ayuda de burros, mulas, caballos o incluso carros tirados por bueyes.

En algunos sitios, los gabarreros sólo transportaban la leña que cortaban los hacheros; en otros, acudían a primeras horas de la mañana al monte en compañía de su equino y después de varias horas de difícil trayecto, abordando la peligrosa orografía de la montaña, iban cortando y recogiendo la madera muerta.  La colocación de la misma sobre el animal –mula o caballo, en la mayor parte de los casos- era otra de las dificultades para llevar a buen puerto el jornal del día. Había que llevar la mayor cantidad posible de leña y además había que colocarla sobre el animal de la forma más firme y segura para que en la arriesgada bajada de la montaña, el primero no perdiera el equilibrio y acabara barranco abajo. Catástrofe total para el gabarrero que perdería así jornal y animal.

Además, había que esquivar otros tantos peligros de la naturaleza del pinar como los trampales o tollas, una especie de ciénagas en las que si caía el gabarrero o el animal, era imposible el rescate por sus propios medios.

 La jornada del gabarrero concluía al final del día, de noche, en condiciones meteorológicas terribles, en pleno invierno, a veces en medio de copiosas nevadas. Después, la leña se vendía para consumo doméstico, aunque en algunos casos, como los de los gabarreros de Valsaín , el destino de sus recogidas era el de combustible  para la Real Fábrica de Vidrio de La Granja o de la Fábrica de Loza de Segovia. ISABEL PÉREZ para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO ENCONTRARÁS MÁS INFORMACIÓN DE OTROS INTERESANTES ANTIGUOS OFICIOS DE LA NATURALEZA EN NUESTRO LIBRO LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS).

El precio de la nieve

Inicio del camino de la nieve y Madrid al fondo.

Inicio del camino de la nieve y Madrid al fondo.

El precio de la nieve. El Camino de la Nieve baja desde las alturas de La Najarra, a 2.100 metros, hasta Soto del Real- antaño denominado Chozas de la Sierra. Este camino es producto de la inversión económica que en su día, ya hace siglos, llevó a cabo un afortunado nevero, Pablo Xarquíes, que hizo fortuna con el negocio de la nieve en Madrid. Tan próspero le resultó el negocio a Xarquíes que se permitió “adecuar” el camino para bajar la nieve desde las alturas al piedemonte. Lo de adecuar es un decir, porque salvo el inicio del camino, el resto se adentra entre canchales y pinar, llegando a perderse la senda.

Resulta escalofriante pensar en esas noches oscuras y con lobos, y en unos hombres que cargaban carretones de nieve tirados por caballos o mulas, alumbrados por la luz de un farol. Esos hombres y animales bajaban por un tortuoso camino que hoy día con buenas botas y alumbrados por el sol resulta dificultoso. De hecho, en muchos casos acababan con carga y caballería despeñándose en la bajada de la Najarra. Y todo con prisas, porque la nieve, tapada con paja para no fundirse, debía estar en Madrid para ser utilizada a tiempo, y por supuesto el sol y la tardanza podían hacer inútil el esfuerzo. ÁNGEL SÁNCHEZ CRESPO para GUADARRAMISTAS

(SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO ENCONTRARÁS MÁS INFORMACIÓN DE OTROS INTERESANTES ANTIGUOS OFICIOS DE LA NATURALEZA EN NUESTRO LIBRO LA NATURALEZA Y SUS OFICIOS).

La Najarra a comienzos de primavera.

La Najarra a comienzos de primavera.

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