Tag Archives: historia del papado

La hoguera, un invento de los alemanes que  encantó a los papas

Auto de fe

Auto de fe

Si existe  un tormento  tradicionalmente asociado a la Inquisición es la hoguera. De acuerdo a la doctrina papal, los clérigos no debían mancharse las manos con la tortura y, mucho menos, ejecutar a los herejes. Eso sí, una vez condenados, estaban obligados a entregarlos al llamado brazo secular, esto es, la justicia civil. Lo lógico hubiera sido, entonces, que cada país aplicara la pena de muerte más popular en su región, pero en cambio, de norte a sur y de este a oeste, la ejecución por fuego atado a una estaca era, invariablemente, la sentencia. La culpa de todo ello la tuvieron los alemanes.

En el año 1231, el anciano papa Gregorio IX se ha convertido en un verdadero obseso de la herejía. Como miembro de la Iglesia ha visto, antes de ser elevado al trono de San Pedro, a una serie de movimientos reformadores que claman para que el papado abandone su papel político, los obispos su riqueza y la Iglesia, en general, su patrimonio, para ser pobres, como los discípulos de Jesucrito y el mismo Hijo de Dios. Además de los cátaros, han surgido los arnoldistas, humillados, josefinos, valdenses y franciscanos. Estos últimos, eso sí, tomando ejemplo de lo ocurrido a los cátaros, se han sometido al papa, y limitan sus ideales a los miembros de su orden, admitiendo que el resto del clero católico haga lo que quiera. No así los valdenses, a los que se someterá a una masacre similar a la ocurrida con el catarismo.

Gregorio IX quiere un instrumento permanente con el que eliminar cualquier posible herejía, y que además dependa directamente de él, no de los obispos locales. Es entonces cuando decide instituir la Inquisición como tribunal permanente, que será enviado allí donde sea necesario. La orden de los dominicos será la encargada de llevar a cabo las investigaciones, tortura de acusados y condenación de los mismos. Pero no de cualquier manera.

El papado llevaba largo tiempo influido por los emperadores alemanes, debido a la protección que otorgaban a los territorios feudales del papa. Esa influencia se había extendido a las costumbres, mezclando el tradicional derecho romano con el germánico. Fue por ello que la tradicional prueba alemana para demostrar la inocencia, introducir una mano en el fuego sin quemarse, o pasar sin daño entre dos hogueras, inspiró decisivamente al papa Gregorio. Que los herejes fueran quemados, pues en el improbable caso de que los inquisidores se hubieran equivocado, Dios los salvaría.

A los inquisidores españoles les agradó especialmente la idea. Frente al resto de europeos, introdujeron un refinamiento especial, el auto de fe, consistente en que se quemaban varios herejes a la vez, después de una elaborada ceremonia en la plaza pública. Pero eso aún tardaría algún tiempo. © MARTÍN SACRISTÁN TORDESILLAS. SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MUCHAS MÁS ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES SORPRENDENTES SOBRE LA HISTORIA DEL PAPADO EN SU LIBRO “SU SANTIDAD PECADORA. SECRETOS DE LOS PAPAS DE ROMA»

Mátalos a todos, que Dios distinguirá a los suyos

La quema de los Cátaros

La quema de los cátaros

Sigue siendo un gran error atribuir a Inocencio III el origen de la Inquisición. En realidad, lo único que él hizo fue instituir algo que ya existía desde los orígenes de la Iglesia. Eso sí, estos tribunales, creados originariamente para reconducir interpretaciones desviadas de la doctrina, jamás habían dictado otra cosa que expulsar a sacerdotes u obispos, algo así como mandarlos al paro por poco ortodoxos.

El problema es que en pleno siglo XIII, el papa Inocencio tenía que solventar un problema político de envergadura. En el sur de Francia se había constituido un grupo de nobles independientes, que bajo un idioma propio, el occitano, -diferente de la lengua de oíl de la que proviene el francés-, pretendían independizarse de la corona francesa. Sus ciudades y fortalezas, junto a los territorios que dominaban, habían adoptado además el catarismo, una reforma de la Iglesia, con vuelta a la pobreza y la simplicidad, no muy distinta de la predicada, en la misma época, por San Francisco de Asís.

Pero una cosa era que ciertas sectas se opusieran al poder papal, y otra muy distinta que estuvieran camino de convertirse en un reino independiente. Inocencio III tenía que acabar con ellos a cualquier precio, y para conseguirlo necesitaba darle una excusa al rey francés. Al fin y al cabo eran cristianos, y no hubiera estado bien que el pontífice promoviera una guerra contra ellos. Fue entonces cuando recuperó un concepto durante largos siglos olvidados, el de hereje.

Los cátaros eran herejes y, por tanto, podía emprenderse una cruzada contra ellos. Era una idea muy original en aquella última etapa de la Edad Media porque las cruzadas sólo eran admisibles si se dirigían contra los infieles. Especialmente porque los cruzados estaban autorizados a esclavizar a la población, expoliarla y asesinarla o violarla sin cometer pecado. Fue por esta predicación de Inocencio por lo que la represión del catarismo acabaría por convertirse en un genocidio.

Su ejecutor fue el monje Arnoldo Almarico, nombrado inquisidor. Tuvo una duda moral momentánea: ¿cómo distinguiría a los cristianos ortodoxos de quienes no lo eran? Inocencio, en cambio, no dudó en su respuesta: «Mátalos a todos, que Dios en el cielo distinguirá a los suyos». La orden fue cumplida fielmente por Arnoldo. En el interior de la Iglesia de Beziers fueron degolladas 7.000 personas. Se habían refugiado allí para rezar, dirigidos por dos sacerdotes. Una vez eliminados, otros 13.000, incluyendo por igual hombres, mujeres y niños, fueron ejecutados sumariamente. Era la primera vez que algo así sucedía en la historia de Europa, porque las matanzas selectivas eran un método para aterrorizar a la población en las guerras, pero nunca para eliminarlas.

En esa ocasión, los Tribunales de la Inquisición quedaron disueltos, una vez eliminados los cátaros. Pero los papas no tardarían en hacerlos permanentes. Con un mandato escalofriante para sus obispos: tenían que buscar los herejes en sus diócesis y encontrarlos, porque en realidad los había siempre. Futura carne de hoguera.  © MARTÍN SACRISTÁN TORDESILLAS, autor del libro SU SANTIDAD PECADORA. SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MUCHAS MÁS ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES SORPRENDENTES SOBRE LA HISTORIA DEL PAPADO EN SU LIBRO “SU SANTIDAD PECADORA. SECRETOS DE LOS PAPAS DE ROMA“

Papas por una batalla campal

Martirio de Cristianos. Jean Léon Gérôme

Martirio de Cristianos. Jean Léon Gérôme

Papas por una batalla campal. Los primeros cristianos no eran las comunidades pacíficas y bien avenidas cuya imagen la tradición católica nos transmite, sin base histórica. Por razones que no están del todo claras, los grupos judíos, los cristianos escindidos de ellos y las diferentes comunidades cristianas de Roma, peleaban entre sí en las calles, causando grandes disturbios. Originariamente, estas contiendas tenían un sentido teológico, pues en el seno del judaismo los cristianos eran vistos como una nueva secta de herejes. El primero que dejó testimonios de estas disputas fue el emperador Tiberio, que ordenó expulsar de la ciudad a los judíos. Para los romanos del primer siglo, un cristiano y un judío eran lo mismo, y tal era la confusión que su cronista aseguró que «estaban dirigidos por un tal Cristos». La expulsión fue temporal. Cuatro emperadores después volvían a estar asentados en Roma, y otra vez sus problemas causaban muertes en las calles, altercados entre diversos grupos y destrozos. El año 64 d.C., concretamente, fue un mal momento para significarse. La colonia romana de Judea acababa de declarar la guerra al Imperio para independizarse. Los romanos estaban muy sensibles, dado que sus jóvenes tenían que acudir a las legiones y que nuevos impuestos les grababan para financiar la guerra. Así que cuando un incendio arrasó las insulae, las casas de alquiler de las clases humildes, y se supo que el origen del fuego había sido la tienda de un judío, Nerón tuvo la excusa perfecta para encontrar un chivo expitorio a un fenómeno fortuito. Siempre hemos oído decir que mandó perseguir a los cristianos, pero en realidad era contra los judíos contra quien se dirigía, y a quienes culpó del incendio. Obviamente, para él los cristianos sólo eran parte de esta comunidad judía.

Pero los cristianos acabarían desplazando a los judíos y sufriendo persecuciones dirigidas específicamente contra ellos. Curiosamente, la causa que solía iniciarla eran los disturbios, y éstos eran reales, siempre con motivo de la elección de un nuevo obispo. Diferentes grupos de cristianos organizados en las ciudades romanas llegaban a pelear en pequeñas guerras que afectaban a barrios enteros. Se trataba de prevalecer para que una serie de sacerdotes, diáconos y fieles que dependían de la promoción de un obispo consiguiesen que su favorito fuera el elegido. Roma no fue ajena a estas peleas, y una de las más sangrientas ocurrió cuando los romanos eligieron a dos papas distintos el mismo día, Ursino y Dámaso. A esta doble elección siguió una verdadera guerra en las calles, tan virulenta que el prefecto de la ciudad huyó con sus tropas, incapaz de contener a la plebe. El resultado fue favorable a Dámaso, que llegó a papa, pero ello sólo porque prometió favorecer al gremio de fossores, los cavadores de catacumbas. Éstos, bajo la promesa de que si él llegaba al trono serían favorecidos, cercaron al contendiente Ursino y a sus partidarios en la basílica de Sisino, penetraron en ella con sus armas y masacraron a 137 personas en su interior. Adivinen qué es lo que más caracteriza el papado del nuevo pontífice, Dámaso. Pues sí. Dedicó ingentes cantidades de dinero a restaurar las catacumbas y a buscar en ellas santos y mártires a los que rendir culto. A los fossores no les faltó el trabajo.  © MARTÍN SACRISTÁN TORDESILLAS, autor del libro SU SANTIDAD PECADORA. SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MUCHAS MÁS ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES SORPRENDENTES SOBRE LA HISTORIA DEL PAPADO EN SU LIBRO “SU SANTIDAD PECADORA. SECRETOS DE LOS PAPAS DE ROMA“

La divertida época de los papas porno

Juicio al cadáver Formoso

Juicio al cadáver del papa Formoso

La divertida época de los papas porno. Cesare Baronius, cardenal de la Santa Iglesia en el siglo XVI, denominó pornocracia o gobierno de las putas, a un período del siglo X en que varias aristócratas romanas tuvieron un papel determinante en el papado. En realidad, este clérigo no dispuso de los conocimientos históricos que tenemos actualmente, y creyó lo que habían dejado dicho, tiempo atrás, una serie de propagandistas afines al emperador germánico. Especialmente el monje Luitprando de Cremona, erigido en fustigador de los papas porno. No por afán moral o reformador, sino para que su señor, el rey, pudiera deponer al papa y poner en su lugar a uno que le fuera más afín.

La pornocracia es un período medieval, y el acontecimiento con que comienza no puede ser más revelador de aquella época oscura. Acababan de desenterrar al papa Formoso, colocando su cadáver en una sala de juicio para juzgarle. La momia permanecía en pie en el estrado, tal como la embalsamaron, con los tres dedos de la bendición papal levantados. Presidiendo el tribunal, la máxima autoridad civil de la ciudad, la duquesa Algetrudis. Es ella quien ha elevado al trono de San Pedro a Esteban VI. Este papa pregunta una y otra vez al cadáver de Formoso, y un aterrorizado sacerdote, al lado del muerto, responde, temblando, por él. Finalmente, es encontrado culpable. Esteban le corta los tres dedos de la bendición al cadáver, y los entrega como símbolo a Algetrudis, envueltos en un paño de terciopelo rojo. Después Formoso es desnudado y arrojado al Tíber.

Esteban había sido elevado por Algetrudis al trono papal. Sustituía a otro pontífice también elevado por ella, Bonifacio VI, que traía consigo un largo historial de pederastia, amantes y la expulsión de su diócesis por vago. Rebelde ante el deseo de dominarle de la duquesa, se reveló contra ella, por lo que fue envenenado. Esteban, una vez hecho el juicio al cadáver, no corrió mejor suerte. Fue encerrado primero en una mazmorra y estrangulado, más tarde, para que el siguiente amante de Algetrudis, Romando, fuera papa. Apenas duró cuatro meses antes de dar paso al siguiente, Teodoro II, también novio de la duquesa.

Cuando el hijo de Algetrudis llegó a la mayoría de edad, su madre le dejó a cargo del ducado. Pero no duró mucho, muriendo al caer de un caballo. La situación en Roma se volvió convulsa. Los papas apenas permanecían en el cargo. Desconocemos la causa de la muerte de la mayoría de ellos, salvo la de Cristóbal, que fue estrangulado. Una nueva duquesa, Teodora, acabaría alzándose con el poder civil, y a partir de ese momento, elevaría a papa a su amante Sergio. Con el paso de los años, se quejaría de que la duquesa había envejecido, y ella le ofrecería a su hija, Marozia, para tenerlo contento. Juntos tendrían un hijo que llegaría a papa, Juan XI.

Pero ¿sucedió todo así? Lo cierto es que no. Sergio tuvo un hijo, que llegó a pontífice como Juan XI. Pero su madre no fue Marozia. Posiblemente ni ella ni Algetrudis tuvieron por amantes a los papas, y todo tenga origen en la propaganda del monje Luitprando de Cremona. Servía a su rey, germánico, y atribuía invariablemente a las duquesas los mismos vicios. Tanto se repetía, que cuando a oídos de los romanos llegó su denuncia de que el papa Landón se acostaba con Marozia, se partieron de risa. ¡Pero si Landón era abiertamente homosexual! Para decirlo suavemente, a aquellos papas no les preocupaba mucho comportarse como tales.

Y Marozia, igual que Teodora o Algetrudis, fue una mujer excepcional en aquella Edad Media gobernada por hombres. Fue capaz de gobernar la ciudad y ser nombrada senadora. Pero una mujer en el poder era una idea que superaba a los germánicos y, cómo no, al monje Luitprando. Sin embargo, fue ella y su genio lo que permitió al papado, por primera vez, conducirse con independencia. Libre de la influencia de los reyes europeos, se dedicarían, eso sí, a cosas muy mundanas. Juan X se revistió con su cota de malla, espuelas, espada y demás armas, y partió a la cabeza de los ejércitos italianos. Su habilidad militar fue tal que logró expulsar a los musulmanes de la península italiana, después de sesenta años de ocupación. Ebrio por su triunfo, hizo matar al marido de Marozia y le enseñó a la duquesa su cadáver, para que sometiera el poder de la ciudad a su mando. La duquesa, que era de armas tomar, se casó con un nuevo duque, que no sólo encerraría a Juan X en las mazmorras de Sant Angelo, sino que bajaría a ellas para estrangularlo con sus propias manos.

Luitprando bramaba al ver, otra vez, a Marozia con el poder civil de la ciudad de Roma. A todos los papas posteriores a Juan X los acusa de ser amantes de Marozia. La duquesa los envenena, dice, cuando pierden su vigor sexual. Y cuando es su supuesto hijo quien llega a papa, Sergio III, se acuesta con él.

El verdadero hijo de Marozi era Alberico, que ya tenía ganas de apartar a su madre del poder, para ocuparlo él. Para conseguirlo la encarcelaría. Empezó entonces un período de paz y estabilidad papal que hizo las delicias del mismo Luitprando. Todo estaba bien hasta que Alberico murió, dejando como voluntad testamentaria que se hiciese papa a su hijo Octaviano. Ascendió al trono con el nombre de Juan XII y su fama es la cumbre de los papas porno. Organizó un prostíbulo en la residencia papal para agasajar a sus invitados, tuvo un harén propio, asaltaba junto a sus cardenales a las peregrinas que iban a Roma para divertirse, y organizaba espectáculos en que las mujeres eran penetradas por animales. Al menos, esto es lo que cuenta Luitprando en sus crónicas. Y si tales excesos no eran sino propaganda de un monje delirante, lo cierto es que a Juan XII, el papel de papa le importaba más bien poco. Se negaba a dar misas y una vez ordenó sacerdote a un joven mozo en las cuadras, sólo porque le caía bien. Su final estuvo a la altura de su figura. Un esposo celoso entró en la habitación en donde le estaba poniendo los cuernos con su mujer y a base de martillazos en el cráneo puso fin a la pornocracia. Deo gratias.   © MARTÍN SACRISTÁN TORDESILLAS, autor del libro SU SANTIDAD PECADORA. SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MUCHAS MÁS ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES SORPRENDENTES SOBRE LA HISTORIA DEL PAPADO EN SU LIBRO “SU SANTIDAD PECADORA. SECRETOS DE LOS PAPAS DE ROMA

No, no hubo una papisa. Fueron tres

Olimpia Maidachini

Olimpia Maidachini

No, no hubo una papisa. Fueron tres. Una mujer sentada en el trono de la Iglesia, que disimuló su condición desde joven, cortándose el pelo y vistiendo anchas ropas eclesiásticas. Ello la permitió educarse como monje, viajar a Roma y ser elegida para papa. Es la conocida historia de la papisa Juana, aunque no es la única mujer que ha gobernado de forma efectiva la Iglesia. Otras dos, muchos siglos después, hicieron lo mismo.

Juana, en realidad, nunca existió. A su leyenda dio origen un divertido libro en latín, que era una sátira sobre las costumbres del clero romano. Fue escrito por Félix Haemerlein en el siglo XV y, como muchos otros análogos, se dirigía a un público intelectualmente muy selecto. Que desde luego, era capaz de comprender los chistes que contenía. Sin embargo, cuando sus historias pasaron al conocimiento común de europeos y romanos, perdieron su tono jocoso y se dieron por absolutamente ciertas. Especialmente la relativa a una ceremonia en que cada nuevo papa debía sentarse en un trono de asiento agujereado, mientras un joven clérigo introducía su mano por debajo para palparle, y comprobar que tenía testiculos. Una vez certificado, gritaba «duo habet, et bene penden» -tiene dos, y cuelgan bien-, a lo que los allí congregados respondían «Deo gratias», gracias a Dios.

Lo curioso es que la ceremonia de sentarse en dos sillas de asiento agujereado llevaba celebrándose desde el siglo XIV, aunque no para comprobar la hombría del elegido. En realidad era un símbolo místico que ponía en relación el cargo de pontífice y su condición de representante de la madre Iglesia. Todavía en el siglo XVI se realizaba, y en el diario del maestro de ceremonias se alude a que se evita la calle en que la papisa Juana dio a luz. La historia original de Haemerlein había pasado de boca a oreja hasta ser creída por todos, y asignar un lugar en donde la papisa, embarazada, fue descubierta durante una procesión, al ponerse, intempestivamente, a dar a luz. Desde entonces, supuestamente, se palpaba al nuevo papa, asegurándose de que no fuera mujer.

Que Juana no haya existido no quiere decir que no haya habido papisas. Una de las muy famosas fue Olimpia Maidalchini, cuñada de Inocencio X, un pontífice del siglo XVII, muy conocido por el retrato que de él hizo Velázquez. La presencia permanente de esta mujer en El Vaticano levantó los rumores de que se había convertido en amante papal. En realidad había hecho algo más que eso, elevándose a verdadera gobernanta de la Iglesia, o al menos a mano derecha de Inocencio. Tanto es así, que cuando el papa comenzó la larga agonía que le conduciría a la muerte, Olimpia se encerró con él en su cámara privada. Nadie sabe qué pasó dentro, pero los clérigos entregaban a la papisa los documentos para firmar, o le consultaban las decisiones a tomar, y ella los firmaba con el sello papal y transmitía, teóricamente, las instrucciones de Inocencio. Nadie vio ni atendió al al papa en ese período, salvo ella.

Cuando al fin murió Inocencio y la curia romana pudo entrar en sus estancias, halló que Olimpia las había saqueado. Poco más quedaba que el cadáver, pero ninguna de sus joyas o posesiones. Conforme a la costumbre, el papa fue embalsamado y velado. Pero no se le podía enterrar porque no quedaba dinero para hacerlo. Cuando los sacerdotes encargados fueron a pedírselo a Olimpia, ella respondió que ¿cómo una pobre viuda iba a tener dinero como para enterrar a un papa?. Y se volvieron con las manos vacías.

No creamos, sin embargo, que las papisas son una cosa de siglos pasados o lejanos. La siguiente gran papisa fue la monja Pascualina Lenhart, la virgo potens, virgen poderosa, como socarronamente la llamaron en el Vaticano. Conoció al futuro papa Pío XII -pontífice durante la Segunda Guerra Mundial- cuando ella tenía 23 y él 31, y ya no se separaron nunca. Convivieron cuarenta y un años y cuando él llegó al Vaticano, le encargó la tarea de ser la intermediaria en sus audiencias y, por tanto, la responsable de llevar la agenda papal. Según la Iglesia Católica, convivieron siempre en castidad. Y sin embargo, algo debieron tener que ocultar porque cuando murió Pío XII, Pascualina bajó con sus papeles personales a las calderas vaticanas, quemando todo testimonio. La costumbre es encerrar estos papeles en el Archivo Secreto Vaticano y mantenerlos al menos un siglo fuera del alcance de los investigadores. A Pío XII, por decisión de la papisa, nunca podrá investigársele.   © MARTÍN SACRISTÁN TORDESILLAS, autor del libro SU SANTIDAD PECADORA. SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MUCHAS MÁS ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES SORPRENDENTES SOBRE LA HISTORIA DEL PAPADO EN SU LIBRO “SU SANTIDAD PECADORA. SECRETOS DE LOS PAPAS DE ROMA

¿Quiere vivir mucho tiempo? Hágase papa

Gregorio el Magno

Gregorio el Magno

¿Quiere vivir mucho tiempo? Hágase papa. Malaria, difteria, viruela, neumonía, polio, disentería… y la temible peste bubónica. Nulos conocimientos de medicina, y menos inclinación aún hacia la higiene. Así fue Europa hasta el siglo XIX, e Italia, sede de los papas, no era una excepción. Y sin embargo, los pontífices escaparon a la baja esperanza de vida común a sus contemporáneos. Si hacemos la media de los registros de edad verdaderamente fiables, los que van del siglo XVI a nuestros días, comprobamos que vivieron hasta una media de 78 años. Longevidad que puede llevar a error, porque nada tuvo que ver con sus condiciones de salud. Gregorio el Magno pasó los últimos once meses de su vida sin levantarse de la cama, debido a la gota. A Sisino tuvieron que darle de comer desde el primer día en que se sentó en el trono de San Pedro. Tenía tan deformadas las manos por la acumulación de ácido úrico que ya no podía utilizarlas.

En realidad, hay una razón clara para que los papas llegaran a ser tan viejos, y para que la mayoría padecieran enfermedades geriátricas. Y ello está relacionado con la decisión de Esteban III, que en el siglo VIII decidió que los pontífices debían ser elegidos, únicamente, entre los cardenales. La medida era un intento de que ningún rey interfiriera en la Iglesia. En aquel entonces, estos miembros del alto clero residían sólo en Roma, gestionando el inmenso patrimonio asociado a las iglesias de la ciudad: tesoros en oro, plata y piedras preciosas, propiedades inmobiliarias, donaciones, impuestos e inmensos latifundios. Ello les convertía en los más interesados en proteger los intereses romanos, especialmente de la ambición de los reyes extranjeros. Es tanto como decir que eran los candidatos idóneos para ser papas. Naturalmente, no era fácil para quien se iniciaba como simple sacerdote en un templo romano, llegar al puesto de máxima responsabilidad, el de cardenal. Había que pasar por todos los rangos y, sobre todo, vivir lo suficiente como para ello. Rara vez los cardenales eran más jóvenes de 55 años. Y si lo eran, se les descartaba como candidatos al trono de la Iglesia.

La costumbre no escrita de elegir por papa al cardenal de mayor edad o menor salud se inició, por tanto, en el siglo VIII, durante el papado de Esteban III. Y se ha respetado hasta nuestros días con pocas excepciones. Cuanto mayor sea un pontífice, antes morirá, dando mayor posibilidad de serlo al resto de cardenales. Por tanto, no es que los papas sean muy longevos. Es que nadie que no llegue a viejo tendrá demasiadas posibilidades de serlo.         © MARTÍN SACRISTÁN TORDESILLAS, autor del libro SU SANTIDAD PECADORA. SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, CONOCE MUCHAS MÁS ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES SORPRENDENTES SOBRE LA HISTORIA DEL PAPADO EN SU LIBRO «SU SANTIDAD PECADORA. SECRETOS DE LOS PAPAS DE ROMA«

Follow

Get every new post on this blog delivered to your Inbox.

Join other followers: