Rorippa nasturtium aquaticum.

Rorippa nasturtium aquaticum.

Una de las plantas silvestres más apreciadas para el consumo es el berro Rorippa nasturtium aquaticum o Nasturtium officinale, como se le denomina científicamente, aunque en muchos lugares se empleaban como alimento para las gallinas y otros animales de granja sin reparar en sus cualidades culinarias.

Los berros pertenecen a la familia de las crucíferas como las coles, el brécol, el nabo, la coliflor o la rúcula, y son una planta acuática o semiacuática rastrera y flotante que vive en ríos, manantiales y cursos de agua, es decir, en medios donde el flujo de agua es constante.

El olor y el sabor de los berros es picante, de hecho, el término nasturtium que se emplea en su nombre científico proviene  del latín, nasus (nariz) y tortus (torcido), por el carácter irritante que su olor produce en la nariz. El responsable de esta reacción es una sustancia llamada gluconasturtina que tiene propiedades insecticidas, y que si se degrada puede provocar irritaciones. Por ello es conveniente comer los berros siempre muy frescos. La gluconasturtina puede producir reacciones dolorosas en personas con sensibilidad en la vejiga urinaria, por lo que estarían contraindicados para quienes sufran este tipo de dolencia.

Como planta medicinal no tiene usos muy específicos, pero el berro posee vitaminas A,C,D y E, contiene hierro y yodo.

En la recolección de los berros hay que ser extremadamente cuidadosos. La fasciolasis es una enfermedad ocasionada por un parásito denominado Fasciola hepatica o duela del hígado, un tipo de gusano plano que afecta al hígado y puede ocasionar cirrosis, anemia y problemas hepáticos graves.

Los berros son responsables de muchas de estas infecciones. En principio, los portadores del parásito fasciola son las vacas y ovejas, que tanto abundan pastando libremente en nuestros montes y campos. Los huevos de este parásito son expulsados por los animales a través de sus heces, que en muchos casos acaban en el agua de los arroyos, como cualquiera que haya pateado el campo o el monte ha podido observar. Para continuar su desarrollo, estos parásitos acaban hospedándose en caracoles de agua dulce, normalmente del género Lymnaea, y de ellos migran a las plantas acuáticas a las que se adhieren, a la espera de que otro animal las consuma y así infectar a un nuevo huésped comenzando el ciclo. Si el consumidor es humano, el parásito no hace distinciones. En España, la mayor incidencia de este parásito se produce en zonas del norte: Asturias, País Vasco y Galicia, que es donde el caracol que hace de vector es más abundante.

La enfermedad cursa con un dolor abdominal agudo que en unas horas acaba remitiendo. Es precisamente cuando ha remitido el dolor y el afectado deja de preocuparse cuando el parásito se aloja en el hígado, donde ya sin dolor, pero de una forma constante e implacable, puede permanecer hasta 13 años dañando este órgano vital. En la actualidad, en los países desarrollados existen medicamentos eficaces contra el parásito. El problema es que el afectado no es consciente de ser portador, y solamente cuando la anemia o los síntomas del deterioro hepático son grandes, se somete a las pruebas diagnósticas, momento en el que el daño ya se ha producido y es irreparable.

Tradicionalmente se ha advertido de los posibles parásitos de los berros y hay muchas “recetas” para prevenirlos: lavarlos con agua corriente, usar unas gotas de lejía, recoger los berros en las cabeceras de los ríos y en el origen de los manantiales… Teniendo en cuenta que el riesgo de infección es alto y que se ha comprobado que el aumento global de temperaturas favorece la proliferación del parásito, lo más aconsejable es comprar los berros envasados y con todas las garantías sanitarias. ÁNGEL S. CRESPO  para GUADARRAMISTAS