Scolopendra cingulata

Scolopendra cingulata. Fotografía © Ángel S. Crespo 2012

Scolopendra cingulata, escolopendra, es un miriápodo –ciempiés- de dolorosa picadura y el más grande de Europa, ya que puede alcanzar casi 20 cm de longitud.

La escolopendra, como habitualmente se denomina a Scolopendra cingulata, es de hábitos nocturnos. Durante el día se refugia debajo de las piedras, uno de los motivos por los que no es aconsejable levantarlas ni meter las manos bajo ellas cuando estamos en el campo. Su alimento lo constituyen insectos, caracoles y, en general, pequeños artrópodos, aunque algunas especies que no habitan en la Península Ibérica, como Scolopendra gigantea, son capaces de capturar pequeños mamíferos y aves.

La escolopendra hace sus nidos en una pequeña madriguera con túneles bajo piedras bien asentadas en el terreno. Al ser descubierta se mueve de forma nerviosa y con gran rapidez, algo que confunde a sus depredadores, ya que tanto su cabeza como la parte final de su cuerpo tienen un aspecto similar. La cabeza termina en dos antenas, y el  final de su cuerpo tiene dos apéndices que se parecen a las antenas. Si tenemos en cuenta el movimiento rápido de la escolopendra, resulta difícil distinguir donde está la cabeza y cuales son los apéndices finales. Si el depredador ataca a la cabeza matará a la escolopendra, pero si lo hace por confusión en la cola, recibirá la picadura dolorosa y paralizante de este miriápodo.

Scolopendra cingulata posee 21 pares de patas, se encuadra dentro de lo que comúnmente llamamos ciempiés, a pesar de no tener cien patas. Otros miriápodos tienen muchos más pares de patas y son llamados milpiés. Estos últimos no son cazadores, se alimentan de residuos vegetales y materia orgánica. Por el contrario, los ciempiés sí son cazadores y usan el veneno de sus forcípulas para cazar.

Las forcípulas son dos pinzas conectadas a glándulas venenosas que las escolopendras y otros ciempiés poseen debajo de la cabeza. En realidad son un par de patas modificadas y convertidas en poderosas armas puntiagudas.

Existe un temor arraigado respecto a la picadura de la escolopendra. Ciertamente proporciona un dolor muy intenso, pero afortunadamente las especies presentes en la Península Ibérica no poseen un veneno tan poderoso como para causar la muerte, algo que sí ocurre con especies situadas en los trópicos, que pueden producir la muerte de un niño o de una persona débil. Por lo general, la picadura de la escolopendra genera además del dolor, una sensación de quemazón, hinchazón y necrosis superficial de la zona dañada, que cesa transcurridas dos o tres horas. Algunas personas pueden sufrir dolor de cabeza, vómitos, náuseas  y disritmias cardiacas, aunque ello dependerá de su sensibilidad al veneno.

En cualquier caso, hay que reiterar que no es aconsejable levantar piedras con las manos desnudas. Por supuesto, no hay que coger una escolopendra con la mano, porque es muy rápida y escurridiza,  y debemos procurar revisar el calzado si lo hemos dejado por la noche en el exterior, ya que Scolopendra cingulata es de hábitos nocturnos y puede decidir ocultarse en el interior de nuestras botas. ÁNGEL S. CRESPO para GUADARRAMISTAS. (SI TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, NO TE PUEDES PERDER NUESTRO LIBRO «QUE NO PISAR, NO COMER Y NO TOCAR EN LA NATURALEZA», UNA GUÍA DE LAS ESPECIES DE ANIMALES, PLANTAS Y HONGOS POTENCIALMENTE PELIGROSOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA).